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Algo tendrá el agua cuando la bendicen: el 18,47% de la población global habita en China pero el país sólo dispone del 6% del agua planetaria. Hasta ahora, China ha podido hacer frente a este desequilibrio gracias a que, per cápita, el ciudadano chino ... consume sólo una cuarta parte del promedio mundial. El problema, tras décadas de crecimiento económico acelerado y, a menudo, insostenible –falta de reciclaje y contaminación de buena parte de sus recursos acuíferos– , lejos de solventarse, se agrava conforme más y más millones de chinos se desplazan a las ciudades conduciendo a la segunda potencia mundial hacia un escenario de gravísima crisis hídrica. Además, el cambio climático está acentuando los ciclos (endémicos a lo largo de milenios de historia china) de sequías e inundaciones que padece el país y provocando olas de calor (como las vividas en verano del 2022) que sólo agudizan la situación.
Cuando el río suena, agua lleva, dice el refranero español y, a sensu contrario, podemos intuir que «cuando el río no suena, no lleva agua». El propio primer ministro chino Wen JiaBao (2003-2013) identificó que la escasez de agua «amenaza la propia supervivencia de la nación china». Casi 30.000 ríos chinos han desaparecido desde mediados del siglo pasado y sus glaciares del Himalaya merman a un ritmo preocupante. La FAO advertía –ya hace una década– que más del 70% de las lagunas y ríos chinos estaban contaminados con agentes químicos tóxicos y que 440 de sus ciudades están insuficientemente abastecidas de agua potable. A su vez, según la OMS, en 2015 aproximadamente 980 millones de personas chinas bebían a diario agua parcialmente contaminada, de los cuales 20 millones consumían agua con elevados niveles de radiación. 600 millones de personas en China (entre los que, con toda seguridad, me incluyo) consumimos cotidianamente agua contaminada por desechos humanos o animales. Cuando uno habita el delta de uno de los mayores ríos del planeta –el Yangtzé, en cuya desembocadura, tras 6.300 kms, se ubica Shanghai– sabe que, al llegar al grifo de su casa, el preciado líquido-elemento ya ha transitado por varias docenas de sistemas digestivos (animales y humanos). Por su parte, el que fuera Ministro de Recursos Hídricos de la RPC, Wang SunCheng, ya expresó en 2005 este inquietante vaticinio: «Luchar por cada gota de agua o morir: ese es el desafío que enfrenta China».
Además, los recursos acuíferos han estado tradicionalmente distribuidos de manera muy desigual a lo largo de la inmensa geografía china pues, aunque el norte del país alberga a un 43% de la población y casi dos tercios de las tierras de cultivo, sólo dispone de un 14% del suministro del agua. En cambio, el sur cuenta con más de un 80% del volumen total disponible de agua. Es tan extrema la situación, que algunos analistas comparan la situación hídrica per cápita que sufre la capital del país –Pekín– con la que aqueja a Arabia Saudi. En su búsqueda contrarreloj por remediar esta terrible amenaza, Pekín ha emprendido descomunales proyectos de ingeniería, como el de la presa de las Tres Gargantas (cuyo objetivo ha sido controlar el caudal tradicionalmente irregular del Yangtzé, cuya aportación media representa 10 veces la de todos los ríos de la península ibérica juntos). A esta obra faraónica, hay que añadir otra aún más impresionante: el llamado 'Proyecto de Desvío de Agua Sur-Norte' que une el mencionado Yangtzé con el Río Amarillo, a través de 3.000 kms. de túneles, acequias y canales, para proporcionar agua a más de 400 millones de habitantes.
Un gran conocedor del desierto, Saint-Exupery, escribió en su obra inmortal 'El Principito': «Lo que hace al desierto tan bello es que esconde un pozo con agua en alguna parte». Esa es la esperanza que exprime Pekín. Tras erradicar el hambre en el país, el propio presidente Xi ha declarado que dar acceso a agua potable a toda la población es un objetivo primordial a alcanzar en esta misma década: «La comida es primordial para la gente pero el agua es lo primero». Así, Pekín no se da por vencido en su odisea hídrica y, literalmente, está buscando agua debajo de las piedras. La magnitud y la complejidad del reto que supone dar de beber agua potable a todos los chinos contrasta con el reciente anuncio de que la sonda espacial china Chang'E 5 ha encontrado indicios de una mayor reserva –aprox. 270.000 millones de toneladas– de agua en la Luna (o, más bien, de tierra impregnada de agua) de la que se calculaba. Sin que el hallazgo de agua lunar deje de resultar un gran hito en la exploración espacial, pudiera parecer que esos recursos hídricos lunares quedan un poco lejos del Reino del Centro. No obstante, ya lo dice El Quijote: «Nunca digas 'de esta agua no beberé'».
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