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En toda su imprevisibilidad, Trump ya no es completamente imprevisible. Tras experimentar su versión 1.0, ya sabemos a qué atenernos ahora: si Donald hace la mitad de cuanto ha dicho que va a hacer, el impacto de sus medidas será global en multitud de ... niveles, desde el comercio hasta la geopolítica, marcando el comienzo de una era de competencia proteccionista a escala mundial. Además de los cacareados aranceles, su 'desacople 2.0' irá mucho más allá de lo meramente tecnológico, comercial y económico: promete ser también militar, educativo, científico y cultural (tanto con socios como con rivales). En concreto, el nombramiento de colaboradores profundamente antichinos (como Howard Lutnick, Pete Hegseth o Marco Rubio) garantiza políticas duras contra Pekín. Al fin y al cabo, Trump es lo que es: un hombre de negocios y fue su cruzada contra el gigante asiático lo que le llevó a la Casa Blanca en 2016. Su lógica es la del pragmatismo y la transacción. Juega duro, negocia duro y gana siempre que logra amedrentar al contrario. Pero, ojo, romper alianzas siempre conlleva el riesgo de que tus exaliados se alíen entre sí…
Los chinos, prudentes y cautelosos, apenas han dado eco mediático a la reelección de Trump. Firmes en su decisión de plantar cara a las medidas que quiera desplegar Washington, probablemente tomen represalias a las eventuales acciones de Trump con medidas recíprocas. Esto generará una mayor polarización del mundo en bloques enfrentados y una mayor fragmentación del comercio (aunque personalmente dudo que –como auguran algunos– se interrumpan las cadenas globales de suministro, la guerra arancelaria alcance a los chips o se desencadene una desaceleración económica global). Trump tiene la economía (por encima de otras consideraciones como los derechos humanos o las cruzadas ideológicas) como único norte. Como animal mediático que es, sus herramientas son la polémica, el efectismo y el slogan. Por eso los chinos, que ya han trabajado con él, prefieren esperar pues, pese al ruido informativo, los exabruptos y las tensiones comerciales y políticas, EE UU y China siguen siendo los dos países con mayor volumen de interdependencia comercial del mundo.
Pero la reelección de Trump no sólo trae malas noticias (por algo, en Pekín muchas voces preferían la victoria de Donald a la de Kamala): aunque en el corto plazo China sufra bajo la presión arancelaria, esto tal vez le abra puertas a nuevos mercados. Una actitud agresiva de su mayor socio comercial forzará a China a diversificar mercados y relaciones comerciales con otras economías importantes como la Unión Europea, India, América Latina y África. Además, el apoyo que Trump promete a Taiwan no es tan incondicional como decía ser el de Biden y, si Trump revierte las sanciones a Rusia, desaparecerá también el riesgo de sanciones colaterales contra Pekín, por su apoyo a Moscú. Además, en la lógica de que 'la necesidad agudiza el ingenio', ante un recrudecimiento en la retirada de la 'escalera tecnológica'', China se verá todavía más obligada a acelerar su autosuficiencia para desarrollar tecnologías críticas. Dada la hostilidad que se avecina entre ambas orillas del Pacífico, entre una visión 'América first' y otra 'China first', Pekín necesita a Europa más que nunca. La exportación sigue siendo su principal motor de crecimiento y China necesita crecer. Urgentemente.
Algo parecido debería sucederle a Europa cuando el proteccionismo de Trump golpee, también, a la UE. Ojalá Trump se convierta en el acicate que necesitamos para atender las propuestas de Mario Draghi en su informe. La alternativa, ya lo dijo uno de los padres de la UE –Jean Monnet–, es la irrelevancia geoestratégica. Así, ante el 'America first' de Trump, es momento de esgrimir el 'Europe first'. El presidente francés, Emmanuel Macron, ya ha defendido –alto y claro– que «Europa debe reflexionar sobre su relación con China y encontrar su propio camino» (muy en línea con lo que también propone Mario Draghi). Idealmente eso debería espolear un fortalecimiento de la Unión y conducir a un acuerdo de amplio espectro que refuerce y diversifique nuestras cadenas de suministro… pero es fácil confundir deseos con realidades: las interacciones de los diferentes Estados miembros de la UE con EE UU y China varían considerablemente, como también nuestra respectiva percepción de los riesgos y amenazas que el acercamiento a uno o a otro implican. Podemos alcanzar una política exterior común pero, mientras esta no sea única, nuestra estrategia (con China y con EE UU) tampoco será autónoma ni independiente. Trump, en fin, nos obliga a hacer un análisis propio, a ser pragmáticos, constructivos y a resolver el actual ejercicio de funambulismo entre las oportunidades y los riesgos, la competición y la colaboración, la dependencia y la falta de reciprocidad que implican China y EE UU. La UE es una superpotencia sólo si, por delante del 'Europa Primero', no se anteponen el 'Francia Primero', el 'Alemania Primero' o el 'España Primero'… pues, de ese modo, nuestra batalla está perdida y la cuenta atrás de la UE para dejar de existir, también.
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