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Hace apenas un mes, nada más llegar Manuel Vilas a un encuentro con sus lectores en la Torre de Don Borja de Santillana del Mar, ... confesaba el autor que se alegraba de ver que «había venido alguien» a la cita pues, nos contaba, se había encontrado en más de una ocasión con que a la presentación de alguno de sus libros no había acudido absolutamente nadie. Pues bien, el otro día, en esta gira editorial en la que ahora mismo me hallo inmerso, me sucedió algo parecido: asistieron cuatro gatos a la presentación de mi libro en la capital de provincia de turno. No es un juego de palabras: había cuatro personas. Literalmente. Se cuenta el pecado, no el pecador, así que omitiré detalles de la plaza en cuestión, pero sí reconozco que, al finalizar las dos horas de presentación, yo estaba cabreado. Uno sabe que esto de la literatura (más aún el género no-ficción) no es precisamente un asunto sexy en los tiempos que corren y tengo muy claro que soy el último mindundi a años luz de nombres rutilantes en el universo editorial pero, ojo, el escasísimo poder de convocatoria en aquella ocasión no se explica por falta de cobertura mediática. En todas las ciudades en las que estoy presentando los medios locales se hacen puntual eco de la noticia y no menos de media docena de radios, periódicos y televisiones provinciales demuestran el interés que despierta el ascenso de China y sus implicaciones.

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