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Por estas fechas, coinciden anualmente cuatro acontecimientos en buena parte de las ciudades chinas: florecen los tilos plantados en muchas de sus calles llenando el aire de un aroma dulzón, comienza el estridular hipnótico de las cigarras, la estación monzónica (MeiYu) envuelve en sucesivas cortinas ... de agua las provincias que se extienden desde el delta del Yangtzé hasta el río Perla…y, durante dos días a principios de junio, se paran las obras de construcción, el tráfico enmudece y diríase que hasta la gente (en un país hiperpoblado y muy ruidoso) procura ser silenciosa. Un acontecimiento decisivo está teniendo lugar en los más de quince mil institutos de educación secundaria que siembran la geografía chinesca: el Gaokao. El examen de acceso a la universidad más exigente del mundo.
Es difícil explicar la transcendencia que tiene el Gaokao para quien no es chino pues nada tiene que ver con el Preu, la Selectividad, la actual EBAU o cualquier otra prueba equivalente de acceso a la universidad. El Gaokao modela la mentalidad ultracompetitiva de los chinos, desde que nacen. Aunque el examen 'sólo' dura unas nueve horas repartidas a lo largo de dos o tres días, en cierto modo se puede decir que los estudiantes chinos se pasan los doce años previos al mismo preparándose a conciencia, pues de la puntuación que obtengan depende su admisión en una universidad de su elección. Si en España algo más del 94% de los 270.000 estudiantes que se presentaron este junio a la EBAU lograron aprobar y acceder a una plaza universitaria, el 40% de los casi 14 millones de estudiantes chinos que concurrieron al Gaokao no aprueba el examen y sólo el 2% accede a una de las cinco universidades de élite más solicitadas. Eso, pese a que la inmensa mayoría de esos millones de estudiantes pasan los dos años previos al Gaokao estudiando una media de seis horas al día, además de las horas de escolarización diaria. Fines de semana y fiestas de guardar incluidos.
En una sociedad sumamente centrada en el esfuerzo, la autoexigencia y el rendimiento académico, como es la china, el Gaokao representa un momento de trascendencia vital: la entrada iniciática en la edad adulta, culminación de un largo período de formación y, de algún modo, definitoria del resto de la vida de los jóvenes. El Gaokao es el fin y el principio de muchas cosas para millones de chinos. Tal es la importancia de esta prueba que, durante los dos o tres días de examinación, toda la nación contiene la respiración para no perturbar la concentración de sus jóvenes: se cierran obras de construcción en las inmediaciones de los centros de evaluación y los aviones se redirigen para que no los sobrevuelen, se cortan calles al tráfico, los taxistas de muchas ciudades ofrecen carreras gratuitas a los estudiantes para que lleguen a tiempo a las pruebas e, incluso, la antorcha olímpica cambió su curso durante las olimpiadas de Pekín del 2008 para no molestar a los sufridos alumnos.
Ninguna otra civilización tiene una tradición tan larga ni sólida en la formación, selección y promoción del talento que, después, presta servicio a su Estado y sociedad. Así, el Gaokao es heredero del examen imperial chino («keju»), un sistema de pruebas extremadamente rigurosas utilizado a lo largo de los siglos por múltiples dinastías para seleccionar meritocráticamente a los más capaces para los puestos de funcionarios de la Administración Imperial. Aquellas pruebas, aunque física y mentalmente extenuantes, permitían el ascenso social de los individuos más capacitados y talentosos, (independientemente de su origen social), logrando una administración estatal eficiente, justa y muy capaz. Los jesuitas tomaron nota y, en el siglo XVII, exportaron la prueba a Occidente dando a luz al actual sistema de examen por oposición para acceder a puestos públicos basados en mérito. Igual que hace siglos, hoy también se emplean en China todo tipo de herramientas para evitar el fraude o la trampa, garantizando un desarrollo 'limpio' de la examinación: detectores de metales, vigilancia policial, monitoreo de cámaras y hasta drones en las gigantescas aulas.
Todos los años, la celebración del Gaokao deja un rosario de esperpénticas anécdotas que demuestran la presión social y el nivel de exigencia que implica la prueba en cuestión: desde familias que ocultan (¡durante dos años!) a los estudiantes la muerte de un familiar cercano para que la noticia no impacte en su rendimiento, hasta chicas que se hormonan para evitar que su ciclo menstrual coincida con los días de la prueba, pasando por maestros que renuncian a su trabajo por elevados niveles de ansiedad, estudiantes que se suicidan incapaces de soportar la presión, otros que consumen dopamina para mejorar el rendimiento académico, familias que se mudan a otra provincia donde las pruebas resultan algo más livianas, padres que se toman uno o dos años sabáticos para apoyar a su hijo con el estudio, que empeñan la casa o, incluso, se prostituyen para poder pagar las mejores clases extraescolares. Nos puede parecer muy loco todo pero, si eres chino, no tienes elección: la competencia es extrema y te juegas buena parte de tu destino mientras en las calles florecen los tilos y chirrían las chicharras.
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