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A muchos de cuantos tenemos más de 35 años la sola mención de las palabras 'humor' y 'China' nos retrotraen a un programa que se emitía en las sobremesas de aquella primera Telecinco de los años noventa, en la que desquiciados concursantes 'chinos' se sometían ... a todo tipo de pruebas físicas (como, por ejemplo, intentar encontrar la salida del 'laberinto del chinotauro') y donde, en cada capítulo, un personaje dispar (casi siempre desventurado) era bautizado como 'el chino Cudeiro'. Los tales 'chinos' eran, en realidad, japoneses y 'Cudeiro' era, en realidad, un becario gallego que trabajaba en la demencial realización de aquel despropósito televisivo (que tenía su gracia). El asunto me viene a la cabeza al hilo de un correo electrónico que recibí hace poco: una bienintencionada lectora me consultaba si la labor que ella desarrolla en hospitales españoles (ayudando como 'clown' a los pacientes a sobrellevar su convalecencia) podría ser trasladable a hospitales chinos. La sola idea de una occidental disfrazada de payaso –figura desconocida en la tradición china– lanzando grandes risotadas y pululando por hospitales chinos (muy diferentes a los europeos), me resultó cuando menos improbable (o directamente surrealista). La gesticulación histriónica o las bromas físicas no están en el catálogo de cosas que hagan excesiva gracia a los chinos (enfermos o sanos). Multitud de motivos culturales, psicológicos y sociales que influyen en la percepción del humor y de las figuras cómicas en China, convertirían a un payaso en algo grotesco e, incluso, desagradable, pudiendo causar a los sufridos enfermos incomodidad y confusión, en vez de risa. Además, el maquillaje de un payaso recordaría a no pocos pacientes chinos a figuras siniestras (como demonios o fantasmas) de su propia cultura y folclore tradicional. En fin, un padecimiento adicional. En vez de un alivio, una verdadera pesadilla.
Aunque el humor es un atributo común a todas las razas humanas, no todos tenemos el mismo sentido de lo que tiene gracia. No hay que ir muy lejos, ni tan siquiera hace falta movernos de nuestro país: hoy los españoles nos reímos de cosas diferentes a aquellas que generaban mofa hace sólo tres o cuatro décadas. Si ni siquiera le hacen gracia las mismas cosas a un murciano que a un zamorano, a un gaditano que a un inglés… es fácil imaginar por qué el humor de los chinos es bien distinto al nuestro. En contra del estereotipo de que los chinos son seres graves, tímidos, rígidos y serios, que apenas se ríen y carecen de sentido del humor, lo cierto es que la nación china se toma la vida con mucha filosofía y no poca guasa. No les ha quedado otra: tras más de 4.000 años de guerras civiles, revueltas sociales e invasiones, los chinos han encontrado en el humor una válvula de escape para expresar su dolor, su frustración y su ira.
En la vida diaria y los negocios, los chinos emplean la ironía y el sarcasmo tanto para fortalecer sus relaciones sociales como para evitar confrontaciones directas y suavizar situaciones incómodas. Gracias a su naturaleza tonal, el idioma chino permite múltiples significados para una misma palabra y los chistes basados en conceptos homófonos son especialmente apreciados y frecuentes. En China, donde las expresiones directas de crítica política están sujetas a control y censura, el humor digital y los memes son cada vez más populares entre los internautas, que codifican permanentemente nuevos chascarrillos para evitar la censura, creando un lenguaje subversivo propio y jugando un importante papel de opinión pública. De este modo, las bromas en China son a menudo sutiles y están codificadas en juegos de palabras, insinuaciones y alusiones históricas o culturales. Mientras en otras culturas – como la occidental– el humor es más directo y a menudo se utiliza para expresar opiniones abiertamente, en China no abunda la crítica satírica, el humor negro o el de contenido sexual. En Occidente, el sarcasmo, la ironía, la burla y el humor negro son comunes. El humor chino, en cambio, tiende a ser menos grosero, más respetuoso y cuidadoso con las normas sociales y morales. Curiosamente, mientras en nuestro país se considera a la gente del sur como más graciosa, ocurrente y chistosa, son las provincias del noroeste de China las más fecundas en cómicos y comediantes.
Confucianismo, budismo y taoísmo –pilares de la cultura y sociedad chinas– influyen mucho en la percepción del humor, ponderando su moderación y contención, pero ni siquiera sus escritos están exentos de guasa. Para muestra, ese maestro Zen agonizante que, a punto de exhalar el suspiro final, susurra a sus discípulos la última y mayor de sus enseñanzas: «La verdad es como un río». Cuando los discípulos, confundidos y alarmados, preguntan: «Maestro, pero ¿¿qué significa que la verdad es como un río??», el maestro moribundo, con su último hilo de voz, les responde: «Pues no lo sé». Chimpún.
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