Secciones
Servicios
Destacamos
Tengo buenas razones para recordar vívidamente una charla que (allá a finales de los 80 o principios de los 90) dio en mi colegio un jesuita colaborador en la misión de Kike Figaredo en Camboya. En primer lugar, porque nunca habíamos conocido a nadie que ... viviera en Asia (un planeta desconocido y remoto). En segundo lugar, porque nunca nadie había venido (ni volvió a venir) a darnos charla alguna. La presentación de aquel tipo joven, desenfadado, simpático y cosmopolita, me marcó mucho, me inspiró a aprender idiomas, a viajar y a salir a conocer otras culturas, otros pueblos y otras formas de mirar el mundo. Durante las tres décadas sucesivas, he llegado a entender por qué la Compañía de Jesús tiene ese 'adn cultural' tan especial: conocidos por su carácter inquieto y su excelente formación académica y humanística (han fundado universidades y escuelas por todo el mundo), los jesuitas son firmes defensores del diálogo intercultural y la adaptabilidad de su mensaje al contexto local. No es casual que dos de las corrientes más comprometidas social y políticamente de la Iglesia las hayan fundado, precisamente, jesuitas y españoles: Pedro Arrupe e Ignacio Ellacuría. Tras dos décadas desarrollando negocio en China y conviviendo con asiáticos, he comprobado cómo esas premisas de empatía y adaptación, son indispensables en cualquier estrategia de negocio.
Pues bien, uno de los miembros más honorables en la historia de intercambios culturales y científicos entre Occidente y China, es un jesuita español llamado Diego de Pantoja. La figura de Pantoja, un completo desconocido para sus compatriotas, es muy valorada en China, donde se le conoce por su nombre chino: 'Pang DiWo'. Tanto es así que, en 2018, conmemorando el 400 aniversario de la muerte del misionero, la República Popular China celebró con multitud de actividades el 'Año de Diego de Pantoja'. Si hoy, en pleno siglo XXI, los extranjeros que deambulamos por China no pasamos nunca desapercibidos (con nuestra diferente fisionomía y rasgos faciales), hace 400 años, aquellos jesuitas europeos eran una suerte de 'cosmonautas' en un remoto planeta. Nacido en 1571, además de ser –como casi todos los jesuitas que eran enviados a misiones– un verdadero polímata (versado en cartografía, filosofía, matemáticas, geografía, astronomía y música), Diego de Pantoja contaba, además, con tres insospechados 'superpoderes' en China. En primer lugar, hablaba el 'lenguaje universal' de la música y, además, tenía los ojos azules. Si el sonido de su clavicordio y sus ojos azules llamaban poderosamente la atención de los chinos, fueron sus dotes cartográficas y sus conocimientos de astronomía los que abrieron –a él, a sus compañeros y a su mentor y maestro, el célebre Mateo Ricci– las infranqueables puertas de la Ciudad Prohibida (convirtiéndose, así, en los primeros occidentales de la Historia que accedían a la corte a imperial china). Casi nada…
Pantoja fue mucho más que el 'asistente' y escudero de Mateo Ricci. Suyo es el mérito de que el emperador permitiera a los jesuitas evangelizar en el corazón del imperio chino. Además, ayudó a los letrados imperiales a corregir el mapa de su propia costa y el calendario que empleaban para sus ritos astronómicos. Asimismo, enseñó a los eunucos imperiales a tocar el clave y a codificar sus notas musicales (cuestión de vital importancia, pues de la música dependía buena parte de la 'armonía celestial' en el Imperio). Pantoja fue quien acuñó términos (en caracteres chinos) que hoy en día siguen teniendo vigencia (como 'todopoderoso' o 'destino'). Su dominio del chino llegó a ser tal que algunas de sus obras fueron incluidas –insólitamente– en la colección imperial de «libros excelentes». Suyo es también el primer tratado sobre geografía, historia, sistema de gobierno y cultura de China (obra pionera en difundir en la España de los Felipe II información sobre la vida cotidiana en el país), convirtiéndole en uno de los primeros sinólogos. Pantoja también colaboró en el desarrollo de un sistema de transcripción del chino al alfabeto latino y redactó en chino la obra 'El mundo fuera de China', que sirvió a los mandarines para vislumbrar el mundo extramuros.
Suyo es también el mérito de establecer un primer diálogo teológico entre ambas civilizaciones (acomodando las nociones cristianas a la filosofía confuciana). Procedente de una España que recién había concluido la Reconquista y donde la lengua vernácula, la música local o algunos elementos litúrgicos andalusís, se empleaban en la evangelización del Reino Nazarí (estrategia seguida, más tarde, también en América y Asia), el jesuita español hizo gala de su sagacidad, diplomacia y adaptabilidad para tender puentes de valores y creencias entre China y Europa, en un sincretismo ideológico en las lindes de lo 'políticamente incorrecto'. Igual que la opinión pública española sabría de memoria que el descubridor de las fuentes del Nilo fue un jesuita llamado Pedro Páez (un tipo de Olmeda de las Fuentes), que documentó la existencia del Lago Tana 150 años antes que James Bruce, si Pantoja hubiese sido británico, francés o italiano, su vida (y milagros) se estudiarían en nuestros colegios, pero… oh, infortunio, nació en Valdemoro (muy cerca del centro geográfico de la península ibérica) y los españoles apenas sabemos nada de este adelantado a su tiempo.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.