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Hic suntt dracones

San Otis

La vida en los ascensores de China es un reflejo de la sociología del país

Sábado, 17 de febrero 2024, 07:35

Subir escaleras cansa. Por eso cada hora, cada día, cientos de millones de personas, metidas en cajas de acero y aluminio, suben y bajan sin esfuerzo a través de las entrañas de edificios en todo el mundo. Este artículo podría haberse titulado san Schlinder… o ... san Kone, ThyssenKrupp, Hitachi, Mitsubishi o san Imem, pero fue Otis quien inventó en 1852 el primer montacargas de seguridad de la historia y a su amparo me encomiendo cuando me meto en uno de esos artefactos. Yo, que padezco claustrofobia, nunca pensé que iba a pasarme tanto tiempo metido en ascensores. Aunque el más peligroso de cuantos yo he cogido nunca es uno de cajones enlazados en ciclo sin fin (conocido como 'Paternoster' y aún en funcionamiento) instalado en el interfacultativo de la Universidad de Viena, China se lleva la palma en la cantidad de kilómetros que uno recorre en ascensor a lo largo del día. Con más de 130 ciudades habitadas por al menos un millón de habitantes y cientos de miles de edificios superando las 15 alturas, quien sufre claustrofobia no lo tiene fácil en China. A muchos rascacielos de esas ciudades (que parecen diseñadas para ser visitadas 'en camilla' por su increíble verticalidad) me han subido ascensores y su uso es la normalidad cotidiana de cientos de millones de chinos. Pero no hace falta vivir en China o en lo alto de las torres madrileñas de La Paz para necesitar un ascensor.

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