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Junto a la conjetura de Goldbach y la hipótesis de Riemann hay, desde hace siglos, un puñado de problemas matemáticos pendientes de resolución. La correlación entre la velocidad y el tocino es uno de ellos, pero tal vez los chinos nos brinden, por fin, algún ... indicio de ese vínculo. Ahí va. Por un lado, tenemos las exportaciones españolas de productos porcinos a China, que superaron en 2023 el medio millón de toneladas con un valor de algo más de 1.400 millones de euros. Esto convirtió a China en el primer destino de exportación de porcino español, representando alrededor del 20% de todas nuestras ventas exteriores de cerdo. Es decir, que uno de cada diez gorrinos (de los casi 57 millones que se sacrifican anualmente en España), termina en China. A su vez, hay que relacionar estas cifras con su reflejo en el empleo: el sector del porcino en España da trabajo a más de 300.000 personas de manera directa e indirecta. Este número incluye empleos en granjas, mataderos, industrias de transformación y otros servicios relacionados. Si China consume el equivalente al 10% de todo lo que genera el sector, podríamos decir que, comiendo nuestros cerdos, los chinos dan de comer a cerca de 30.000 personas (de manera directa e indirecta) en España. Es un cálculo de brocha gorda, lo admito, pero plausible.
Echemos un vistazo ahora a otro sector estratégico: la automoción. De la industria del automóvil dependen 13 millones de empleos en Europa y aporta casi el 8% del PIB de la UE, 392.000 millones de euros anuales en impuestos y otros 102.000 millones de superávit comercial. Sólo en nuestro país (considerando tanto el empleo directo en fabricación, venta y reparación de vehículos como el empleo en el sector de componentes), la automoción genera casi un millón de empleos, aportando alrededor del 9% a nuestro PIB y representando casi el 20% de todas nuestras exportaciones. No es una industria cualquiera la de la automoción. Tampoco para China: representa casi el 10% de su PIB nacional y es una buena metáfora de su capacidad de innovación tecnológica y modelo de liderazgo comercial. China es ya el mayor mercado de automoción del mundo, con más de 250 millones de coches circulando por sus carreteras y, desde 2023, primer exportador mundial (superando a Alemania y a Japón). Como si de un tsunami se tratara, se espera que, para 2027, China exportará anualmente 4.100.000 de automóviles, lo cual cambiará por completo las reglas del sector a nivel mundial.
Si juntase todo el tiempo que yo me he pasado metido en los Volkswagen Santana 2000 que deambulaban por China en forma de taxis hasta bien entrado el año 2012, sumarían varios meses de mi vida. Cuando yo llegué a China, en 2006, el país era una potencia en la fabricación de automóviles tradicionales de combustión interna, pero apenas había marcas nacionales capaces de competir con los fabricantes extranjeros que dominaban su mercado. Pronto Pekín identificó que los vehículos eléctricos les ofrecerían la oportunidad de convertirse en líderes en el mercado automotriz mundial. El resultado de esa estrategia es una industria construida prácticamente desde cero: en 2016, se vendieron 336.000 vehículos eléctricos de pasajeros en China; ocho años después se venden más de 10 millones anualmente. El dominio actual del mercado de vehículos eléctricos conducirá a la supremacía china del automóvil mundial futuro. El efecto multiplicador es apabullante: la industria de los vehículos eléctricos es probablemente la primera gran industria moderna que lidera China y su cadena de suministro global también se encuentra allí. La fórmula del éxito es una combinación de precios asequibles (aproximadamente un 58% más baratos que los europeos), una amplia selección de modelos (aproximadamente 140, más del doble que las opciones disponibles de marcas europeas, incluidos los SUVs), foco en tecnología y datos, diseños atractivos para los consumidores jóvenes, una enorme infraestructura de carga repartida por todo el país y… claro, apoyo gubernamental.
Es precisamente por este apoyo que la UE ha decidido imponer aranceles de hasta el 38% a los coches eléctricos chinos. Sin embargo, el proteccionismo no es la solución: se opone a los principios de libre mercado que defiende la UE, no resuelve el problema de la falta de innovación tecnológica que padece Europa y, además, la propia industria europea del automóvil sabe de los apoyos gubernamentales al motor que igualmente existen en Europa y, también, que dos tercios de los coches eléctricos de marcas europeas proceden de China y se han beneficiado de esos mismos subsidios chinos. El CEO del Grupo Renault ha propuesto la creación de un 'Airbus del coche eléctrico' para que la industria europea del automóvil pueda competir con China. Ante las trabas arancelarias que planea la UE para frenar el veloz y electrizante ímpetu chinesco, la reacción de Pekín no se ha hecho esperar: el 'tocino' será represaliado. No sé si he logrado atar cabos entre la velocidad y el tocino, pero la intención es lo que cuenta.
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