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En la inmensa mayoría de los países del mundo autodenominados democracias sería impensable que un personaje desquiciado y caricaturesco, con cuatro procesos en curso por un total de 91 presuntos delitos, acusado de incitar una insurrección tras perder las últimas elecciones y que se refiere ... a sus rivales políticos como «alimañas», pudiera presentar su candidatura a la carrera presidencial. Sin embargo, la posibilidad de que esto acontezca en la primera potencia mundial parece, a día de hoy, muy alta pues la mayoría de los ciudadanos del mismo país que abandera la «alianza democrática mundial» se muestra insatisfecha con el funcionamiento del sistema democrático en su propio país. La 'verdad alternativa' de Trump y su demagogia antisistema echan raíz en ese vivero de descontento social y son capaces de reclutar levas masivas dispuestas a luchar por él empleando cualquier medio disponible. En el país del mundo con mayor proporción de armas de fuego per cápita, la posibilidad de que Trump gane (como la de que se presente a las elecciones pero pierda) es –literalmente– un polvorín pavoroso.
La llave de la Casa Blanca es el hecho geopolítico –previsto– más relevante del calendario 2024 y está en manos de la economía. Si en los próximos meses EEUU vira hacia la recesión o la inflación se descontrola, las posibilidades de que un electorado polarizado y descontento prefiera a un multimillonario petulante en vez de a un octogenario cada vez más senil, son aplastantes. En ese hipotético escenario, el gobierno de un Trump 2.0 será muy diferente al del 2017 pues, entonces, ni él ni su equipo contaban realmente con la posibilidad de ganar y buena parte de su presidencia fue un puro acto de improvisación. Hoy, en cambio, el magnate conoce las fallas del sistema, tiene un equipo de colaboradores ultrafieles y una agenda de represalias contra sus adversarios. Trump 2.0 está preparándose a conciencia para gobernar y promete un mandato sembrado de revanchismo y purgas de enemigos, proteccionismo, misoginia, deportaciones masivas, desinformación y autoritarismo, desregulación y recortes fiscales, marcha atrás en políticas medioambientales y, en fin, el desmantelamiento de la convivencia constitucional y el imperio de la ley en la primera potencia mundial.
Por delante del slogan 'América first' ('América es lo primero'), a menudo está 'Trump first'. Así, en lo que a política exterior concierne, a Trump parece desagradarle todo lo global excepto su propio imperio empresarial y no apoya la labor de gendarme que viene ejerciendo EEUU en el mundo. En su forma de negociar y relacionarse con el resto del mundo, Trump 2.0 seguiría dando prioridad a los acuerdos bilaterales sobre tratados multilaterales, replegando la estrategia atlantista que EEUU ha venido manteniendo durante 70 años y distanciándose de la ONU, la OMC y la OTAN, ignorando que la actual primera potencia lo es, precisamente, gracias a su capacidad de tejer alianzas y a la arquitectura comercial global que aún mantiene en pie. En multitud de aspectos, Trump 2.0 será más radical en sus actuaciones y aún más hostil con sus socios, incluida Europa. Así, entre las primeras acciones que cabe esperar de un segundo mandato trumpiano está la retirada de ayuda militar a Ucrania y el auspicio de un acuerdo con Vladimir Putin (a quien Trump respeta más que a Zelenski).
Lo que hace peligrosas las amenazas y bravuconadas de Trump es que él sí las lleva a cabo. Trump es, en toda su volatilidad histriónica, bastante previsible. Por eso, si la decisión de quien ocupará la Casa Blanca dependiera de Pekín, Trump sería sin duda el candidato preferido al resultar mucho más manejable y menos amenazante para los intereses de China. El tibio apoyo que Trump promete a la coalición de democracias articulada por Biden para contener a China o a una hipotética defensa de Taiwan, hacen de él un rival fácil de gestionar para una diplomacia china acostumbrada al temple y a los tiempos de cocción largos. Además, una retirada de EEUU de la palestra global facilitaría a Pekín posicionarse como potencia global responsable, estable y predecible. Con una Rusia decidida a mantener la amenaza nuclear sobre Europa y una China que compite de igual a igual con EEUU, las alianzas resultan más importantes que nunca para Washington. En lo que a Europa respecta, mientras nuestra seguridad dependa del 'paraguas nuclear' que nos conceda Trump, no podremos dormir tranquilos. Un gran lector amigo mío me recuerda: «Julio, nada de lo que acontece es nuevo. Todo lo que ahora acaece, ya ocurrió». Y me recomienda un libro que así lo relata: 'Los años de vértigo. Cultura y cambio en Occidente. 1900-1913'. Lo que sucedió a esos tres lustros vertiginosos fue el espanto. Hoy volvemos a habitar un lugar muy parecido a su antesala.
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