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Absolutamente es un adverbio de modo que en nuestro idioma usamos esporádicamente dándole el significado que le damos y que ustedes conocen muy bien. En otras lenguas se utiliza con cualquier disculpa para inyectar carácter a una palabra concreta. En inglés, por ejemplo, se usa ... para dar fuerza a un 'sí' o un 'no' y puede parecer que cuando uno afirma o niega de esa manera, precedidos del absolutamente, lo hace con mayor rotundidad. Sin embargo, está mejor su manejo sólo para 'de vez en cuando' como hacemos por aquí, porque si se utiliza siempre, ese refrendo del «absolutely yes» o el «absolutely not» ya no sirve. Hay que reservarlo para ocasiones destacadas como hacemos en nuestro bendito idioma.
Es que estos ingleses nos dan ya lecciones las justas. Desde que tuvieron ese primer ministro fiestero, el de la gin y el odio a Europa, la verdad, aquí entre nosotros, es que han bajado mucho. ¿Ya no nos impresionan entonces? ¡Absolutamente no!
Pero estábamos en el absolutamente sí de nuestro encabezamiento reservado para las ocasiones. Tenemos ahora una que no hay que desperdiciar y no lo haremos:
A la vista del actual panorama ¿debería romperse el Gobierno de coalición y por lo tanto de convocarse elecciones generales? ¡Absolutamente sí!, afirmaría yo. Por mil razones.
Sobre todo si se quiere aprender de los errores de los demás o de los propios y rebajar tensiones que no favorecen a nadie y menos al Gobierno. Nos cuesta siempre un montón reconocerlos en nuestro país y no digamos nada del ejercicio adecuado de las dimisiones. Es que tomamos muchas veces mal las medidas –también las de los túneles y los trenes– gracias a nuestra piel de elefante característica.
No somos capaces de que se ataje la inflación ni la deuda estratosférica mientras los precios suben sin descanso, como las subvenciones y como la corrupción; mientras, las acciones de gobierno se quedan en lo ideológico y se empequeñecen ante la realidad originando una pelea semanal en el Consejo de Ministros que ya se hace insoportable.
La conclusión parece fácil. Otra cosa bien distinta es que eso de salir los unos de La Moncloa y los otros de los chiringuitos parezca duro, que lo es.
Nuestro presidente del Gobierno quería dormir bien por las noches y de ninguna manera haría tratos con Podemos. Es decir, lleva más de tres años así, durmiendo regular.
Sin embargo, cuando todo comenzó en esta unión de dos fuerzas políticas construyendo un novedoso gobierno de coalición, que era una fórmula sin ensayar, es probable que las intenciones no fueran tan lamentables como ahora se puede desprender por los medios utilizados en la protección del Gobierno al darle cancha al populismo comunista, al separatismo y a los herederos del terrorismo etarra en la misma coctelera. ¡Toma nísperos! que diría Jaime Campmany.
Pudiera ser que nuestro presidente creyera que las transgresiones de Pablo Iglesias iban a propiciar un cambio hacia la izquierda en la sociedad española que él encabezaría por los siglos de los siglos. Pero cometió un error de cálculo de tal magnitud que le salió todo lo contrario y a ver ahora cómo lo arregla ahora. Mal, porque, haga lo que haga, siempre sería mezclado con los abucheos de muchos ciudadanos indignados.
Creyeron que fabricaban un volteranismo transgresor frente a las instituciones al estilo de aquel espíritu del mismo Voltaire, pero también el de D'Alembert, Diderot y Russeau que se comportaron como ideólogos de La Revolución francesa y más tarde inspiradores de Mayo del 68 precisamente por ser oposición al antiguo régimen.
Sánchez e Iglesias se deduce que querían algo así con una ambición pretendida y los papeles de cada uno bien distribuidos. Pero ya saben, si en los ministerios sobra soberbia y falta preparación, al final, pues pasa lo que pasa.
En la Ley Trans, en las relaciones con Marruecos, en el delicado asunto del Sahara, en la carne, en el gasto militar, en la guerra de Ucrania y por la reparación urgente de la chapuza de la ley de 'Solo sí es sí' que se escenificará si no se remedia el próximo día 8 de marzo, sumado a un ciento de diferencias más... Y por si esto fuera poco aparece ahora la guinda, el 'caso Mediador' del diputado Bernardo Fuertes, 'El Tito Berni'. Demasiado.
Por lo tanto, aunque no vayan a hacer caso, la solución parece obvia: tema agotado y a hacer las maletas, no queda otra. Y cuanto antes, mejor.
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