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Era muy autoritario, se notaba en su gesto. Un tipo de esos que no gustan a primera vista y producen rechazo. De los que podríamos denominar insoportables. Pero era mi amigo y yo sabía que en el fondo era un trozo de pan, pero eso ... sí, pleno de miedos e incertidumbre y claro que podía comprenderle.
La autoridad cuando se ejerce a destiempo y se usa solo para prohibir, no da buenos resultados: no se perdona, ni es duradera, ni se olvida, ni se disculpa.
Pero a él yo le entendía un poco, a pesar de verle un tanto desconcertado. Cómo no iba a entender a un padre de cinco hijas entrando y saliendo de la pubertad.
Al contrario de lo que le decían mis consejos sinceros, todo lo prohibía entre sus cuatro paredes. Las muchachas tenían que estar en casa como más tarde a las 22.00 horas entre semana y a las 00.00 horas los sábados, amén de reconvenciones continuas y consejos pueriles y reiterados. Ni les cuento como le salió la cosa: un desastre su relación con ellas y un desastre la vida de casi todas sus hijas después. Madrid es mucho Madrid.
El hombre cometió dos errores muy graves: ejerció un exceso de autoridad de la paternidad malentendida y no escuchó a sus amigos.
Ahora que todo se prohíbe en esta sociedad de nuevos y peligrosos cambios, de muchas y peligrosas tecnologías y de nuevos y peligrosos gobernantes, a mi amigo, le parecía que, justo en el ejercicio sublime de ser padre, se habían perdido muchas buenas conductas de antaño…, y se equivocó de medio a medio.
Efectivamente, se perdieron por el camino del progreso muchas buenas costumbres y mucha ejemplaridad y valores morales en esta sociedad en la que la honradez da risa, mientras que, por ejemplo, se abandona al mayor que vive solo y se puede ver incluso a la gente orinando por las calles un viernes o un sábado por la noche. Eso sólo mencionando dos cositas.
Ese sentido autoritario del 'pater familias' no hace que se le respete más y está muy bien que la nueva sociedad lo repudie después de abandonarlo. El respeto se gana día a día, y al final se tiene o no se tiene y no se impone.
Y si no se tiene, ¡malo!, es el ejercicio de una paternidad mal entendida. Como la de mi amigo, al que sin avisar he introducido su desastre de vida en las casas y en las cosas de ustedes sin permiso. Discúlpenme, pero anótenlo al margen, en lo incorrecto, los padres de familia, por si a alguno puede serle útil.
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