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Auctor y autor eran términos del castellano antiguo que se usaban en ocasiones indistintamente, lo que ocasionó dudas razonables en la autoría de algunos incunables –ya saben, edición hecha entre la invención de la imprenta y el 1 de enero de 1501– y de algunos ... textos inmediatamente posteriores. Sobre todo en la certificación de 'La Celestina', la 'Comedia de Calixto y Melibea' publicada en 1499 en Burgos y atribuida con reparos a Fernando de Rojas, que aparece como autor también en otra edición incunable de Toledo (1500). Pero en una edición posterior publicada a manera de libro antiguo en Valencia (1514) aparece claramente como 'auctor'. Todo un laberinto.
Un buen lío, sobre todo, porque hoy nosotros reconocemos como autor al que crea una historia o una idea propia, mientras que el escritor plasma a través de la escritura las ideas e historias de los demás; vamos, un auctor de aquellos tiempos. La palabra viene del latín 'augere' que significa aumentar, agrandar o mejorar, que no es poco, y traduce auctorcomo fuente, investigador o promotor nada menos.
Pensamos que hoy no haría daño el término si se preserva para aquellos escritores que con malas intenciones usan la cultura 'fake' tan invasora. Terminaríamos con el anglicismo desprestigiado ya de una vez, incorporado como hoy está a nuestro idioma traducido como 'falsificación'.
Además, en nuestra bendita lengua común el uso de una palabra crea su lugar en el diccionario sea cual sea su procedencia como ya comentamos algunas veces. Pues entonces ya saben, nos ponemos a la tarea y dejamos 'fake manga' o 'fake banda sueca' que ya conviven en nuestro idioma amigablemente y no estorban, cambiando lo demás para llamarle en este caso auctor' al personaje, al escritor mentiroso.
Es que es duro observar cómo en el baúl de lo 'fake' entra todo cuando existen diversas categorías, amén de las noticias toscas fácilmente reconocibles. Por ejemplo, las noticias instigadoras y las filtraciones de documentos desde organismos públicos, parcialmente o en su totalidad, según convenga e incluso, a veces manipulados, que aunque se ejerciten bajo la existencia de secreto del sumario viven en nuestro código muy cómodas y jamás se asume responsabilidad alguna y el auctor (comienzo la tarea de uso) siendo sutil provocador o inductor, siempre sale indemne de manera incomprensible.
Ya saben, los malos se aprovechan a menudo, si pueden, de la democracia con mayúscula y de la libertad de expresión intocable y amplia que nos hemos dado con la misma mayúscula, y tratan de manipularlas delante de la ley. Deberíamos de exigir la difícil reparación del daño a través de la valoración de sus consecuencias aunque sea siempre imposible el resarcimiento. Pura justicia, aun tardía, para la 'pena de telediario', por ejemplo.
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