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Estos golpistas y sediciosos malversadores catalanes someten continuamente a presión a las costuras del Estado porque les parecen débiles en este momento. Pero se equivocan, ... porque este país, España, tiene refuerzos en la tela que nos une y la envuelve al completo y por lo tanto alberga mucha mayor resistencia de la que ellos creen.
La debilidad de quién gobierna y lo regala todo a cambio de permanecer, no significa que ese 'todo lo que pidas' incluya las llaves, nuestras claves como nación, que están a buen recaudo. Vamos, que afortunadamente, no están en La Moncloa.
La precariedad de un gobierno cuyo presidente legisla por decreto ley, y desde hace once meses no se somete a las preguntas de la oposición, y además tiene a una buena parte de su familia y amigos en el juzgado, es manifiesta. Con la pejiguera añadida del continuo estar sufriendo el 'boquita qué pedís', puro chantaje del separatismo catalán y vasco, ante la misión imposible de aprobar los Presupuestos Generales del Estado.
Se trata de una situación difícil, llamativa, peculiar, pero no tiene nada que ver con la destrucción del Estado que, aunque humillado a veces, resiste enhiesto. Y si llegase ese punto de difícil digestión, como ya sucedió en 2017, aguantará el envite con la dignidad y la fuerza requeridas. Es una lección bien aprendida.
Aun así, ahora mismo, existiría todavía una salida digna, honrosa, para nuestro presidente del Gobierno si supiera elegir bien entre dos caminos divergentes; los de siempre, los clásicos, que los tiene como otras veces ante sí, y puede optar por cualquiera de ellos.
Los mismos trayectos que aparecen ante cualquier individuo en el compromiso de la vida y la elección obligatoria de la dirección adecuada, siempre difícil, porque uno de ellos es cómodo pero lleno de traiciones y el otro pedregoso, sacrificado, pero gratificante y digno. Son los caminos decisivos en nuestra trayectoria vital, ante los que siempre se tiene que acertar.
No es lo mismo ir por la 'ruta de la seda', ya saben, la del té y la porcelana, la alfarería, la morera, el papel de seda, atravesando la provincia de Shaanxi para pararse levitando en Chenlu, que coger camino por la 'línea de ratas', aquella por la que escapaban los nazis al final de la II Guerra Mundial en los años 40, hacia España por los Pirineos, o hacia Marruecos o Argelia o Portugal, haciendo camino hasta Argentina o Brasil cargados de enseres miserables obtenidos de aquella manera repugnante. No es lo mismo.
El presidente del Gobierno está ahora en esa tesitura: puede elegir acordar con el PP esos mismos presupuestos o, en su defecto, convocar elecciones, algo que le sería apreciado sin duda en las urnas por la ciudadanía, es decir, la opción A . O bien, optar por la opción B, acompañado en un baile contranatura, hoy tan habitual, con comunistas, separatistas xenófobos y de los otros, antiguos terroristas sin arrepentimiento, más algún tonto útil suelto.
Un camino que parece cómodo y es una trampa saducea de incontroladas consecuencias que se hace muy difícil de soportar sobre los hombros en ese largo recorrido hasta 2027. Ganas daría de acompañar el trayecto con la música triste de Pink Panther de Bozo Paradzik con su quinteto de contrabajos, mientras se va alimentando a tanto separatista insaciable, levantando continuamente la mano con descaro para nuevas y estrafalarias peticiones.
Tal y como las que quieren plantear ahora recién horneadas y a punto de cocerse. Nada menos que la pretensión de tener la autoridad integral de sus fronteras para la admisión o no de inmigrantes, unido al rechazo del compromiso de acoger menores no acompañados. Además de la constitución de una agencia tributaria propia que maneje todos los recursos impositivos del Estado.
Ambas pretensiones claramente inconstitucionales… hasta que lleguen al Tribunal Constitucional compadre, que ahora se ha convertido en una especie de 'Tribunal mixto', también Supremo, usurpando muchas veces sus competencias si así conviene a los intereses del Gobierno, haciendo tambalear la necesaria separación de poderes. Es decir, nuestra justicia ya sin venda en los ojos.
«Tuve una reacción, es la que es, y ya está» dijo Joan Laporta, acreditado filósofo, en plan chulo hace unos días. Pero quería decir –así lo reflejaba inconscientemente– que su comportamiento zafio de la semana anterior no tenía ninguna trascendencia. Es necesario tener prestigio o influencia o poder o las tres cosas para eso, pero sobre todo si se quiere hacer daño irreversible… y no había cualidades.
Eso es exactamente lo que les sucede a los separatistas, a todos como a él, aunque todavía no lo sepan: hacen daño, pero poquito.
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Ana del Castillo
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