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La generación que vivió la Guerra Civil no hablaba de ella jamás, eludiendo ese asunto y alejándolo de cualquier tema de conversación. Ahora nos está sucediendo a nosotros lo mismo con la pandemia: del período largo de agresión del virus, del miedo, de los que ... se han ido- muchas veces solos por nuestra cobardía- y del confinamiento injusto. No hablamos, evitando siempre esa tremenda conmoción, tan dura de digerir en una cháchara, como triste de recordar.
Sin duda, el recuerdo permanece guardado en un rincón tapiado de nuestra memoria tal y como debió de sucederle a aquella generación de la guerra, probablemente sintiéndose un poco culpables -los de un lado y los del otro- por no haber sabido evitarlo.
También nosotros en la pandemia pudimos haberlo hecho mejor. Por ejemplo, con las mascarillas del horror, que no sólo borraron los gestos de nuestra cara y nuestra mejor sonrisa, sino que les sirvieron a un montón de desalmados para enriquecerse metiendo la mano en el bolsillo sagrado del dinero salvavidas. Repugnante.
Ahora aparece otro asunto sobre la mesa de la convivencia del que tampoco hablamos lo necesario a pesar de su trascendencia. Quieren hacer de España un estado plurinacional o federal ante nuestras narices y, además, asimétrico, mientras lo tomamos como si nos fuera ajeno, cuando sí sabemos que quienes lo quieren son unas cuantas regiones ricas y otras 'mingurris' donde las que más tienen, las ricas, lo sean todavía más al no ayudar a la caja común.
Lo curioso es que llegaron a su enorme progreso gracias a las aportaciones de todos -habrá que recordárselo ahora - mejorando sus infrastructuras, su industria y organizando policía y televisiones propias que pagamos puntualmente, además de hacerles puertos, aeropuertos y autopistas de máximo nivel, incluso algunas con su propia aportación creando deuda para todos, que ahora gratuitamente se les condona.
Es que estamos en este momento en el 'boquita que pedís' y nuestro gobierno, mientras, zarandea el sentido común para permanecer en el poder, dándoselo todo en un programa pactado entre PSC y ERC que denomina «financiación singular» para Cataluña.
Concediéndolo sin apenas explicaciones, si exceptuamos el cuento chino en versión original que nos contó la ministra de Hacienda, la señora Montero, tratando de disfrazar lo que es un concierto y condonación de deuda con Cataluña, con la broma de que se aumentará el dinero para todos, como si desconociéramos el tamaño que tiene la tarta común.
Esperemos que la respuesta bien sencilla que se dé desde la oposición sea la misma que deseamos los ciudadanos : «¡ no, no, no hombre que no !». Y cuando se pueda, volver las aguas a su cauce.
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