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Ahora mismo nos sentimos cegados por la actualidad amenazante de la política y por cierta anestesia en lo social, que en coctelera es mal negocio. Acaba de conformarse un gobierno recién horneado 'de perfil político', según palabras del presidente, sin añadir 'y ninguna otra cualidad', ... que sería lo correcto: masivo en número, cicatero en currículum profesional e impregnado de comunismo extremo.
Al mismo tiempo, ahí fuera, se aprecia a la gente endeudada, ausente y viajera, ocupando al completo terrazas pulmoníacas tratando de divertirse y desembolsando lo que puede… y más.
Probablemente se trate de una escapatoria hacia el olvido, porque con el país endeudado a la vez que las familias y gastando todos, es un mal panorama. Todo a la vez no es fácil de entender. Algo importante se nos escurre entre rendijas.
Los ciudadanos no encuentran fórmulas, que no sean desesperadas: «Dormir para no estar», como decía un amigo mío. Le iban mal las cosas. «Y si consigo dormir es un gran día», añadía. Hoy ya trasnocha, todo le va mejor y es jauja de nuevo mientras la vida sigue. No parece filosofía recomendable.
En fin, algo así le debió de suceder a Sánchez tras la super-comentada entrevista de televisión previa a su acuerdo con Podemos, que le persiguió implacable toda la legislatura. Ha ido repitiendo jugada desde este 23 de julio con la amnistía y los acuerdos Puigdemont-Bildu negados en fechas preelectorales con la aplicación de la misma estrategia que utiliza la mentira hasta lograr la permanencia en el poder.
Generalmente suelen ser medidas que fracasan la segunda vez que se ejercitan porque ya se conoce el percal, pero que en este caso, con sorpresa, volvieron a funcionar al aplicarles una especie de 'due diligence' (diligencia debida) desconocida, que debe de consistir en conceder todo lo que pidan, siempre con la cartera rebosante de dinero prestado, e incluso rompiendo España si fuera necesario.
Pero ahí, justo ahí, se va a encontrar este Gobierno con la puerta cerrada. Una cancela colocada cada vez en distinta ubicación que ha funcionado durante siglos, demostrando que siempre existen soluciones válidas que preservan la unidad.
A Europa le debemos mucho y es nuestra casa, esperemos que por los siglos de los siglos, pero es todavía lenta y burocrática. Además, nuestro Rey, la garantía, no puede hacer mucho en este momento para coser la nación en solitario. Nuestra esperanza es la judicatura, el poder judicial, que, una vez fracasados el poder legislativo y el ejecutivo, sabrá estar donde le corresponde en la defensa del Estado. Sin ingenuidades, ahí deberá de estar la respuesta oportuna.
Como decía Concha Velasco, inolvidable actriz recientemente desaparecida «sólo me conozco yo y el de ahí arriba»… tal esta España nuestra que, sin saber cómo, siempre sabe salir del atolladero.
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