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Tuve un sueño. Allí estaba de niño sentado en la espadaña del campanario de la Catedral de Santiago, con las piernas colgando y viendo pasar el tiempo, «los años que me puedan quedar», como dice Serrat desde Oviedo. Y desde allí, mirando al Obradoiro y ... observando las figuras pequeñitas de la gente como si fueran esculturas de Matisse, mínimas pero coqueteando con lo abstracto o agrandadas como las de Rodin, Picasso, Bourdelle, Degas y su modernismo. O las de los últimos impresionistas que fueron los primeros directores de cine, los Lumiere, Renoir hijo del pintor…
Algo así, recordando cuando niño con mi primo, impactados por el sonar de las campanas repicando, mientras el deán de la catedral amigo de nuestros padres nos contaba su trayectoria… que mal escuchábamos en medio del estruendo de aquel momento enloquecido.
Es que no existe mejor lugar que una espadaña en el pico puntiagudo de una iglesia para hacerse oír como bien sabían quienes las construyeron. Desde allí todo lo escuché majestuoso, acompasado como el violín de la música de nuestro Jesús de Monasterio que la puse, que lo hemos dejado solo en el callejero y pocas veces le recordamos en el 'Adiós a la Alhambra', que los que hemos vivido en Granada bien sabemos apreciar, o la música de Mozart o la de Brahms o la de Chaicovski o la de Sabina o la de Julio Iglesias o la de Springsteen o la de cualquier genio.
Todo aparecía en mi sueño entremezclado y con nostalgia, como si no hubiera pasado el tiempo. Porque los años son considerados en nuestro interior como si no hubieran transcurrido mientras se acumulan. Y los sueños, sueños son. Pero los años viven almacenados con cariño para que no se noten, para que no se vayan, aunque nos dejen alguna pista: canas, arrugas, nietos… Pero qué más da; que pasen cuando quieran, porque si no nos enteramos y si además dormidos…
La naturaleza es sabia y nos engaña y hay que dejar que lo haga a su manera y así, cuando nos levantamos despiertos, pueden seguir surgiendo los proyectos, las ilusiones, las expectativas, los cariños… Si la vida es tan maravillosa y la naturaleza nos va engañando para disfrutarla, solo nos queda gritar desde la espadaña del sentimiento: ¡defendamos la naturaleza! y, ante todo, ¡defendamos la vida! 120.000 abortos cada año a pesar del progreso y de 42 métodos anticonceptivos a nuestro alcance, ¿es natural? Haciendo la pregunta gritando desde la espadaña no hay respuesta …porque no se escucha lo que no se quiere oír. Y entonces, despertamos a la realidad entristecidos.
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