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Lo, lololó, lololó, lololó…, así suena entre risitas, comentarios, empujones y abrazos exaltados nuestro himno nacional antes de cada partido de la Eurocopa o previo a cualquier otro evento deportivo, que es cuando únicamente nos ponemos un rato de acuerdo los españoles. Bueno, si exceptuamos ... algún gracioso de Esquerra, el PNV o Junts que van con Francia. Además de los de Bildu, Esquerra con los del Bloque y alguno de los que quedan de Sumar que todavía se lo están pensando. Durante los dos minutos veintiséis segundos que dura el himno de España o Marcha Real o Marcha Granadera (antiguamente Marcha de los Granaderos simplemente) podemos disfrutar de todo tipo de 'gestos cachondos'.
El himno, como sabemos, se trata de una bellísima marcha militar en Do mayor, compuesta sin letra por Manuel Espinosa de los Monteros en 1770, época del reinado de Carlos III, estrenada en Madrid y enseguida acogida como himno patriótico por los madrileños y rápidamente extendido a todos los rincones de España, nuestra antigua nación. Para que nos hagamos una idea: por ejemplo, La Marsellesa, reconocida por ser el himno nacional más hermoso, fue compuesto por Rouger de Lisle en 1792, es decir, 22 años después del nuestro.
Fue a partir del s. XIX cuando comenzaron los primeros intentos de poner letra a nuestro Himno de Granaderos convertido en el de todos los españoles, pero siempre infructuosos: comenzaron en la época carlista, siguiendo con la petición del General Prim, a la sazón presidente del Gobierno, ya en el s. XX, continuando con la que escribió José María Pemán durante el período de Primo de Rivera, antes, por supuesto, de la guerra civil. Ya en la época de Franco, se fueron sucediendo otros intentos baldíos de afirmación patriótica.
En los últimos años y desde esquinas ideológicas diferentes lo pretendieron Sabina o Marta Sánchez con letras también reconocidas que no fructificaron, e incluso Paulino Cubero que en un momento dado lo intentó convenciendo a Plácido Domingo para ensayarlo pero que por muchas razones, algunas indeseables, nunca llegó a estrenarlo.
Ahora mismo somos en el mundo, junto con Bosnia Herzegobina y San Marino, además de Kosovo, las únicas naciones que carecemos de letra en el himno, que no parece condición de la que presumir. Pero si tenemos en cuenta que somos también casi los únicos que permitimos que se silbe nuestra bella marcha en un estadio repleto y asistimos impasibles a que se le llame trapo y se queme nuestra bandera públicamente y además se humille repetidamente al Rey, se empiezan a comprender las cosas : un poco 'sui géneris' si somos.
Ya sabemos: «Gallo que no canta algo tiene en la garganta» y no somos capaces de resolverlo.
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