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El idioma español, castellano o como mejor queramos llamarlo, es una lengua viva. Permanece 'vivita y coleando', arrasa donde se presenta y se extiende con la misma perfección y con la misma mala uva de un virus que muta y muta replicándose y mejorando... que ... sabemos bien cómo las gasta. Se disfruta al comprobar su bella manera de versionarse y extenderse en México, Argentina, Venezuela, Perú, Ecuador, Massachussets, California… y cientos de refugios más. Todo un orgullo.
Un español, si quiere, se mueve por el mundo sin más sustento para hacerse comprender que nuestro idioma y se entenderá sin necesidad de extremar los gestos ni manejarse en inglés tal y como sucedía hasta hace poco. Siempre aparecerá alguien más o menos cerca que maneje nuestra lengua, mejor o peor pero con orgullo.
Otro gallo canta si uno está en Gerona, en Palma, en San Sebastián o en Lugo. Por ahí va a sufrir algún problema… y si se acerca al Congreso de los Diputados como visitante o presencia a través de la TV una sesión de Control al Gobierno tenga paciencia, póngase las gafas y esté muy atento a la traducción simultánea porque se lo van a resolver. Le costará a vd. bastantes euros todos los años, pero se lo van a resolver, puede estar seguro, que de eso se encargará sin duda Francina Armengol, nuestra presidenta del Congreso. Lo cumplirá y además con la misma celeridad con la que llegan las subvenciones a las empresas relacionadas con su marido. Pronto y bien.
Otro gallo cantará si vd. es de Soria y quiere resolver un asunto en el Ayuntamiento de La Coruña, donde le atenderán con suma amabilidad pero se tendrá que manejar con el diccionario. Es un poco más lento pero, sea lo que sea, se resuelve. Eso seguro. Probablemente no sea una mala idea, ahorrando un poco, la de comprar un diccionario de catalán, gallego y euskera, que son idiomas cooficiales, y quizá haciendo un esfuerzo reservar ya el de mallorquín, valenciano, aranés, bable, panocho y guanche, que luego indudablemente se pondrán más caros.
Así están las cosas en este país incomprensible o, mejor dicho, en España, que ya se dice poco. Es como si llueve en Valmojado-Toledo, previsible: se admitieron las estupideces durante muchos años, se abandonó la educación de nuestros jóvenes en determinadas regiones, se liquidó la inspección de nuestras escuelas y éste es el resultado. Abandono del patriotismo y fractura de la convivencia de los idiomas y de las personas.
El olvido de la Constitución o la interpretación interesada y deforme de ella nos está llevando por senderos de difícil retorno. Lo que es cooficial en el uso del idioma en algunas regiones se extiende al Estado e incluso con nuestros dineros de nuevo y para satisfacer ambiciones personales o de partidos minoritarios con aviesas intenciones, se lleva al Parlamento Europeo el catalán, el vasco y el gallego haciéndonos padecer esa terrible sensación de vergüenza ajena de la que esperamos que nos libere alguna nación comunitaria sensata… si no es mucho esperar de Estrasburgo, refugio enloquecido de muchas decisiones incomprensibles.
Mientras tanto, afortunadamente, nuestra Real Academia de la Lengua sigue su camino confirmando lo que ya sabíamos a través de su comportamiento día a día. No quiere normas estrictas, prefiere lo opcional, una especie de 'sí pero no tanto' que le está dando un magnífico resultado sin necesidad de grandes ideas haciéndonos caminar en un alambre en el uso indiscriminado del lenguaje pero de gran eficacia incluso sin necesidad de muchos 'Cervantes', políticamente correctos, extendidos por todo el mundo que bien vienen.
Se hizo una defensa de la 'ñ' y ahí está, perdida en algunos ámbitos pero cada día más requerida y la mantenemos en nuestras cosas, bonita y presumida a pesar del desprecio de países e idiomas sajones que tuvieron que tragársela por difícil que sea para ellos incorporarla a su pronunciación lengua/paladar. También nosotros debemos de adaptar en el inglés o el alemán la pronunciación 'entre a y e' por ejemplo y tenemos que 'pasar por el aro'. Así, con respeto mutuo, conviven bien los idiomas y las personas.
Otro ejemplo: la 'y griega' o la 'ye'. Somos grandes defensores del uso de la 'y griega' como conjunción copulativa que une palabras en concepto afirmativo o formando grupo o para dar énfasis a lo que se dice o usándola con una idea de repetición indefinida. La peleo y la uso casi como hacía Ramón Gómez de La Serna, «como la copa de champaña del alfabeto» por su forma. No hay duda de que tiene un aspecto elegante en el alfabeto como otras que visten nuestro idioma en cada rincón de esta España unida que nada tiene que ver con esa otra plurinacional inexistente que nos quieren imponer y que defienden unos cuantos malintencionados separatistas y algunos intelectuales desnudos.
Los pintores de otras épocas recurrían a paisajes mitológicos y bíblicos –'El juicio de Paris', 'Susana y los Viejos'– como pretexto para pintar desnudos utilizando la cultura clásica o la religión para disimular la concupiscencia de la carne. Ahora se muestran las vergüenzas sin reparos antes 600 millones de hispano hablantes o desde un estrado de fútbol como si tal cosa. Muy triste.
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