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Nuestro Álvaro Pombo llama libros renuevos a aquellos que tropezamos por segunda vez, tal y como me acaba de suceder y tal como le acababa de suceder con unos versos de Jorge Guillén: «Oh luna, cuanto abril», saludando a la primavera, como él recordaba. Cuando ... los años se van escurriendo entre las manos se aprecian mucho más los reencuentros. Los que tenemos la enfermedad del libro, producto sin duda de una picadura de avispa y de padecer una fiebre embaucadora, muchas veces reencontramos libros añorados sin saberlo y nos produce una gran alegría, bueno, nos la reproduce. La satisfacción además se dobla recordando los pasajes y regresando a la memoria de las sensaciones y los recuerdos de la vez anterior hace no se cuanto tiempo.
Decía Marcel Proust que la lectura es una relación contractual con otras mentes y es allí donde se forjan los modales de la inteligencia. Leer es comprender, eso está claro, pero parece presuntuoso esperar más cosas de la lectura que, eso sí, se pueda hacer de cualquier manera, en cualquier lugar y a cualquier hora.
Se decía que Heidegger iba a la taberna con hojas arrancadas de los libros para poder dominar la conversación y los sacaba ocultos sobre la palma de su mano para exponer secuencias de la 'Crítica del Juicio' o de la 'Crítica de la Razón Práctica' de Kant, que eran sus preferidos para dominar la discusión si se producía acalorada. Los libros deshojados en el bolsillo no parecen la mejor recomendación. Como si fuesen 'Los pájaros de papel' de Vicente Alexandre, que decía: «Libros nuevos. Me encanta. Abro uno. De Unamuno». O como Quevedo, que leía conversando con los amigos difuntos. Cualquier forma de leer es buena.
Pero, de la misma manera que para escribir hay que saber transmitir o comunicar sensaciones, el lector también tiene obligaciones y debe saber leer. Se debe advertir a los inquietos que lo desconozcan que un artículo de opinión, por ejemplo como éste que tenga la bondad de leer, no se debe a la verdad ni mucho menos, mientras que otro, de información, sí tendría ese obligado requisito. La opinión discurre siempre sobre materias opinables; es decir, cuestionables y el seguidor atento debe conocerlo para no exigir el dominio de la verdad en un artículo de opinión que si no está obligado mal puede faltar a ella, ni por supuesto fingirla.
Además, la verdad es falaz muchas veces porque si domina sobre la mentira es exclusivamente por sus argumentos que son el dominio de la razón, ¿Y qué importa a la razón quien la sostenga si son sus argumentos los que se ocupan de hacerlo? Decía Antonio Machado. «La verdad es la verdad, dígala Agamenón o su porquero». Pues eso, sin más análisis. No hay que pedir entonces mesura ni coincidencia en un artículo de opinión, tan sólo recibirlo y entenderlo que muchas veces no es poca misión el hacerlo.
En distintas ocasiones hemos tenido que soportar comentarios críticos sobre un artículo, a veces educadas, razonables, y otras menos, pero no inquietan y jamás han sido objeto de nuestra respuesta ni educada, ni argumentada, ni mucho menos vehemente. Era nuestra opinión y punto, que seguramente no se habría entendido bien.
No falta muchas veces dentro de un escrito de opinión, en su trasfondo, la ira, que se aprecia sin pretenderlo. Principalmente la que suscita la política y los temas sobre ella pero, como decía Savater, criticar al que gobierna es la principal obligación y la esencia de un artículo de opinión. Al que no gobierna poco se le puede reprochar. Si se toman decisiones pueden aceptarse o criticarse… o no, como decía Rajoy, pero si no se toman porque se carece de poder, poco se puede decir. ¡Ah!, por cierto, nuestro libro renuevo sobre el que comenzó todo era de Neruda (1904-1973. Premio Nobel 1971) '20 poemas de amor y una canción desesperada' y 'Neruda por Skarmeta', que los tenía juntos encuadernados. Por cierto, autor que tan poco me gusta como persona como genial me parece su poesía. ¡Ah! Y en la relectura descubrí que Pablo Neruda era un seudónimo y su nombre auténtico era nada menos que Ricardo Eliécer Neftalí Reyes Basoalto, que de haberse sabido no sé si hubiera alcanzado tanto éxito…
Ganas me dan en el instante de leerlo renuevamente de poner una canción de Nat King Cole, o de los Platters mientras cantaban 'Smoke Gets in Your Eyes', fumarme un cigarrillo y que me perdonen Dios y mis pulmones. Todo recuerdos.
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