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Me he levantado un tanto pesimista esta mañana. Me siento como Tucídides, desolado, describiendo la guerra entre Atenas y Esparta y a la vez redactando la crónica de las motivaciones secretas entre la política y la guerra. Publicó, por lo tanto, el primer reportaje de ... un corresponsal de guerra del que se tenga noticia, en el s. V a.C. Así me encuentro yo ahora.
No se si les habrá sucedido algo parecido a alguno de Vds., pero en los últimos meses han ido cayendo desaforadas las hojas de mi calendario. Diría que en las últimas semanas han impactado sobre mis espaldas unos tres millones y medio de años –y otras tantas noches– doblando mis costillares, mientras pasa la vida.
No es difícil pensar por lo tanto, que como se suelte el muelle de nuevo y sacudan a la vez otros tres millones y pico, no sé si lo podrá soportar mi cuerpo serrano. Por lo tanto, dejando al margen los acuerdos individuales que cada uno tenga con el Señor –que ha estado siempre 'in vigilando' como se dice ahora– y lo que tengamos bien arreglado en casa, quisiéramos también ver resueltas o bien orientadas al menos, otras cosas que atañen a esta sociedad adormecida de hoy, que permanece en un totum revolutum, un revoltijo muy difícil de resolver.
Está el mundo tan conflictivo entonces, coincidiendo con nuestros valores tan confundidos con la indecencia, que asusta. Y además con guerras ahí al lado salpicando de sangre nuestros trajes mientras muchos personajes que gobiernan el mundo, o lo van a gobernar, más parecen feriantes de los que engañan con los tres vasos encima de una manta, que líderes destacados.
Lo peor es que muchos de ellos, además de actitudes bélicas, poseen armas atómicas en su almacén, que no son unos juguetes cualquiera. Se muestran como niños traviesos compitiendo para ver quién la hace más gorda y da toda la impresión de que estuvieran a punto de liarla… y nosotros silbando mientras tanto. Porque nuestro país, nuestra antigua nación, se encuentra adormecida y, como me gusta decir, 'de terraceo'; es decir, abarrotada de somníferos en forma de: subvenciones, fondos europeos, deuda y pesebre y ¡hala! a divertirse y a no pensar en otra cosa.
Mientras tanto, los malos atentos a todo, en la conspiración permanente, destruyendo España y riendo, riendo mucho a carcajadas, como esa tropa de Bildu que ahora dicen democrática, moviendo los hilos y elaborando leyes que dejan libres a los etarras que asesinaron a Miguel Ángel Blanco junto a todos sus colegas, sin pedir perdón siquiera, para pasearse después por las fiestas de sus pueblos en medio de homenajes y parabienes. Entretanto, desnudamos a la policía dejándola inerme ante la delincuencia, el delito y el alboroto.
Una especie de algodón dulce, también de feria, para los etarras, vinagre para las fuerzas del orden y orfidal para la gente. Todo como dieta maldita, en este mundo loco y egoísta de cada uno a lo suyo: ¡pobres víctimas y sus familias!
Mientras, a nuestro país pretenden trocearlo. Tampoco da tranquilidad la observación del mapamundi, con la ONU todavía usando vetos que parecen actitudes medievales, la Unesco plagada de política y comunismo y la OCDE y la Unión Europea blanditos, al mismo tiempo que los siete grandes financian guerras y fabrican armas. Vaya panorama.
Aunque quizá me quede la esperanza de que hoy sólo sea un mal día en el que uno se encuentre sólo ante el desengaño.
Así, 'desengaño' de forma cruel, llamábamos –allende los tiempos– a una compañera de facultad en aquellos años inolvidables, tan dados a la responsabilidad como a la broma y al postureo: si uno la miraba de espaldas, además de sus piernas torneadas, veía una melena rubia nacarada que reposaba sobre curvas impactantes… pero si se daba la vuelta aparecían unos rasgos espantosos y mirada inexpresiva de ojos pequeños que asomaban perdiendo la batalla ante una nariz prominente y desestructurada. Un poema.
Así ella se mostraba mucho en los pasillos pero menos en las distancias cortas. Hubiera estado perfecta en tiempos de mascarilla.
Como se ve, no manifiesto pudor alguno al comentarlo porque hoy es una madre feliz con unos retoños guapísimos que han heredado lo bueno de los rasgos de sus padres dejando por el camino algunas imperfecciones.
Al recordarlo, suponemos que también las cosas en nuestro país pueden cambiar a mejor algún día y se podrá dejar lo malo a un lado. Nos queda esa esperanza y mientras, tendremos que vivir en una macedonia de malas sensaciones… aunque es posible que solo me haya levantado pesimista esta mañana. Cosas de viejo.
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