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En esta época del año, la que suele coincidir con la Semana Santa, se producen en el mar, la mar, esas espectaculares bajadas y subidas ... de las mareas hasta límites increíbles.
Se originan gracias a lo que se conoce como 'mareas vivas', que lo tapan todo cuando crecen y dejan el fondo al descubierto cuando bajan, mostrando una desnudez indescriptible a nuestra mirada.
Si suben, se hacen espectaculares mostrando el summum de la belleza y si bajan, dejan las vergüenzas al descubierto… y los percebes que aprovecha el pescador para atraparlos y con menor riesgo al arrancarlos de esas rocas inauditas, que durante el resto del año se hacen inalcanzables.
Quisiéramos en nuestras vidas, en este momento, disponer también de mareas vivas, aunque solo fuera durante un ratito, que nos mostraran lo bueno, lo bello a nuestra vista cuando las aguas del bienestar pleno inundan nuestras inquietudes.
Y cuando las aguas bajen, como ahora, mostrando nuestras vergüenzas de la desunión o de todas esas miserias que se generan cuando se levantan muros seríamos entonces capaces de erradicar todo lo que ha quedado a la vista: la corrupción, el separatismo, la incomprensión o la mentira, arrancándolos de las rocas de la convivencia.
Así viviríamos de una vez felices en esta España nuestra que lleva más de 500 años navegando unida y ahora por culpa de una serie de delincuentes separatistas, sediciosos y malversadores, que en lugar de estar entre rejas se pasean por Las Ramblas o por media Europa, que provocan un conflicto permitido, buscando a través del chantaje, el insulto y la provocación el lograr el reconocimiento como nación de Cataluña y un posterior referéndum de autodeterminación.
Debería de negársele toda petición injustificada de prebendas y dejarse de concederles amnistías, financiación, condonación de deuda, Agencia Tributaria propia y ahora trenes a tutiplén que estaban proyectados para el norte. Y el regalo de la supervisión de los de cercanías después de renovarles al completo y de la humillante concesión de la gestión de las fronteras. Y después del 'no' sin paliativos: elecciones generales.
Esa sí que sería una Semana Santa de mareas vivas plena e inolvidable. ¿Por qué no soñar?
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