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Carlos Marx (Karl Heinrich Marx), filólogo, economista, sociólogo, historiador, periodista y político comunista judío-alemán que, como vemos, tocó todos los palos de la intelectualidad –además de 'tocar las narices' al capital– tenía debilidad por William Shakespeare. Pero no solo veneraba 'Hamlet', 'Romeo y Julieta' ... o el 'Rey Lear', sino que era sobre todo admirador de 'Timón de Atenas', una de sus obras menos conocidas de estructura inusual, poseedora de algunas lagunas e imprecisiones. A pesar de ello, a él le encantaba comprobar a mediados del siglo XIX cómo ya en aquella época (1608-1609) se describía la riqueza como corrupta y cómo muchas veces el dinero originaba puro delirio en los mortales.
Bien sabemos hoy que eso no es así y también que el que deliraba sobre un mundo ideal comunista inexistente era él con su parentela poco fiable, más tarde desenmascarada. Esa es otra historia. Pero no es tan descaminado afirmar cómo el confort y la vida muelle reblandece las conductas, es madre en ocasiones de la desidia, del desinterés, dirigiendo inexorablemente hacia el optimismo estúpido que tan eternamente se ridiculiza en el 'Cándido' de Voltaire y adormece.
Algo así, quizá menos exagerado, lo observamos en algunas capas de la sociedad actual, sobre todo en el comportamiento conformista de muchos de nuestros jóvenes :
Nada puede ser más importante que la educación de nuestros muchachos/as. Nada más trascendente que la orientación de los jóvenes que son/serán los encargados de preservar y mejorar lo conseguido. Serán los garantes. Una obviedad.
Su preparación, la puesta en pista, la compañía en sus primeros vuelos, deben de suponer el principal objetivo de nuestros desvelos como padres o como sociedad y desde luego no debe de tener límite el esfuerzo necesario en ese propósito. Pero, la verdad sea dicha, es que ahora mismo no sé si lo estaremos haciendo razonablemente bien. Desde luego, no lo estamos 'bordando'.
Tenemos muchas, muchas dudas, las mismas que quizá tuvieron los que nos precedieron, que no deja de ser un consuelo, acertando/equivocando sus propuestas de vida. De lo que no tenemos ninguna es de que actualmente se sobre-protege al niño hasta límites no conocidos previamente sin exigir nada a cambio y los jóvenes relajan su obligada y atenta mirada del mundo que les rodea, que era un clásico en generaciones anteriores, mientras su comportamiento crítico, como es lógico, languidece.
Hemos ido gastando buena parte de nuestra energía en almacenar prosperidad y eso nos hizo olvidar algunas cosas por el camino: premiamos al euro llegue como llegue al bolsillo siendo sólo observadores y dejamos detrás muchos comportamientos decentes ensalzando ahora la fullería del mentiroso o del corrupto ante nuestros ojos y ellos han ido aprendiendo esa nefasta lección de vida. Ya saben, se aprende enseguida lo malo que cuesta muy poco entender y ya no se intenta el esfuerzo, tampoco el mérito en el ámbito del mileurismo y la subvención cómoda y satisfactoria.
¿Cómo están nuestros máquinas? que diría Bisbal… Pues mal, qué quieren que les diga. Solo merodeando por la vida. Deambulando. No conocí generación que se preocupe menos de sí misma. Es excepcional oír protestas desde gargantas imberbes y cuando se escuchan es aprovechando la confusión para la algarada antisistema. Así cualquiera.
Yo creo que ya ha llegado el momento de exigirles más. La ocasión para decirles 'hasta aquí hemos llegado'… y no es fácil:
–Naturalmente que el móvil tiene que abandonar la escuela y quedarse ciego y sordo en la mochila.
–Es obvio que se requieren mayores exigencias en el estudio. A la universidad pública: el que pueda según sus cualidades intelectuales de élite, eso sí, que nunca dependan de lo económico que para eso tiene que estar el Estado.
–Claro que se les deben de prohibir determinadas páginas de adultos a los niños, que ya ni deberían de ser de adultos y así no habría páginas.
–Por supuesto que no pueden llegar a casa borrachos tras botellón todos los sábados sin que pase nada. No es que haya que ' 'llegar sola, borracha y segura a casa', es que no hay que llegar borracha a casa de madrugada. Claro que… claro que… claro que…
Rectifiquemos ya: llegan fechas entrañables de mesa y mantel en familia, ¿cómo es posible que se permita un botellón la noche de Nochebuena?, ¿es que vamos a perderlo todo?
Decían los clásicos: «Ningún acto de bondad excesiva escapa al castigo». Apliquemos el oído a tal recomendación para buscar soluciones teniéndolo en cuenta.
Llegan las fechas navideñas que son ideales para ensalzar y venerar nuestras mejores conductas religiosas y/o familiares o las dos a la vez. Un buen exámen.
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