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Están llegando poco a poco de unas largas vacaciones pagadas los separatistas catalanes que van aterrizando a cuentagotas en espera de Puigdemont. Son los 'valientes' que se largaron en avión caro a cargo de nuestro dinero o en portaequipajes que, aunque más incómodo, nos salió ... mejor en gastos y eso hay que agradecerlo.
Vuelven ahora amnistiados, limpios y felices después de haber pasado unos años relajados y quizá tarareando la dulce melodía de 'Mirando al mar Soñé' de Jorge Sepúlveda, pero por allí sin mar, en esos países ingratos que les dieron acogida. Quieren dar a entender como si hubieran estado todo el tiempo en el Templo Expiatorio de La Gran Promesa.
La verdad es que poseen una enorme facilidad para la ilusión óptica, la que provoca la fiebre separatista, como ya les había sucedido el 1 de Octubre de 2017, a consecuencia de la desmesurada soltura que tienen para estas cosas, cuando se tiraron a una piscina también sin agua y se hicieron daño, como bien les advirtió el día 3 de ese mismo mes nuestro rey Felipe VI.
Pero ahora llegan ya curados y animosos y conceden ruedas de prensa masivas para lucirse con soflamas y amenazas tras la amnistía. No se entiende muy bien porqué tenemos que soportarlo a todas horas en los boletines de noticias sabiendo como sabemos que no son simpáticos, nos hablan en catalán –cuya traducción también pagamos– y además son muy poco fotogénicos. Es tremendo lo que se sufre con esas intervenciones chulescas. Incomprensible. Es comparable con lo que sucede con las imágenes públicas de los asesinos de ETA.
Cuando salen de prisión, ahora que les abrieron la cancela y llegan a las fiestas de sus pueblos, en ese ritual terrible que tienen que vivir las víctimas y sus familias, por las que nunca haremos suficiente tratando de mitigar su dolor, alimentado de nuevo por estos comportamientos irrespetuosos con la memoria y la justicia. Además de cobardes.
Pero en fin, esa normalización chusca fue estos días descrita 'a su manera' por Marta Rovira en todas las cadenas, exultante como no podía ser de otra manera, después del regalito que le hicieron desde el Gobierno de España tras reuniones bilaterales vergonzosas en el extranjero, poniéndose al mismo nivel que el Gobierno de la Comunidad Autónoma catalana. Llega para encabezar ERC, que ahora mismo es un 'pato cojo', e ir trillando el campo para el señor Oriol Junqueras, que todavía está de papeleo. Ella dice que «regresa en aras de una normalización del proces» y a completar el trayecto que le falta. ¡Dice la verdad!, que respondería el detector de mentiras. Viene para eso y no lo niega.
No, si no mienten, ¿para qué? Bueno, si exceptuamos lo de 'Estado opresor' de forma insistente que siempre coincide curiosamente con el momento en el que olfatean dinerito que es lo que andan buscando con eso de la financiación singular y la cancelación de su deuda estratosférica.
Pero en fin, en medio de esa normalización 'sui géneris' surge el carácter y la fuerza de nuestra antigua nación y mientras España gana la Eurocopa, Alcaráz volvió a traer el trofeo tan dorado como soñado de Wimblendon, nada menos que ganándole a Djokovic otra vez; con los españoles olvidándonos de la inflación, de la economía, la vivienda, el empleo de los jóvenes y otras cosas... y saliendo masivamente a celebrarlo en todos los rincones y pueblos de nuestra privilegiada geografía con la antigua bandera de todos, llenando calles y plazas incluyendo por ejemplo la Plaza Roja de Santiago, la Fuente de Canaletas en Barcelona, la Plaza Elíptica de Bilbao o la Plaza de Cibeles impresionante de gente, en Madrid. Un espectáculo y demostración del mismo sentimiento: el de ser español con todo lo que eso significa de bueno en la historia y en la cultura de Europa –y no digamos de América– que estos días recordamos entusiasmados al ir repasando las victorias sucesivas sobre Italia, Francia, Alemania e Inglaterra en la final, que había derrotado a su vez a Países Bajos… y no sé todavía por qué, ahora que se olvidan o se quieren olvidar esas cosas y eventualmente se pide lastimero perdón por el Descubrimiento, nos hemos acordado tontamente, mira por dónde… del Gran Capitán en la conquista de Granada y en la guerra de Nápoles a finales del siglo XV y principios del XVI entre el otoño de la Edad Media y los cimientos de los tiempos modernos en momentos de cambio social tal como ahora. Cosas de viejo.
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