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El BOE A- 2023-7936, ley 7/2023 de 28 de marzo, define la ley llamada de bienestar animal. Y el bienestar animal lo explica ... a su vez como «el estado físico y mental de un animal en relación con las condiciones en las que vive y muere». La ley entró en vigor el 29 de septiembre de 2023. El propietario de un animal, por lo tanto, tiene la obligación de cumplir con los deberes de su cuidado respetando su cualidad de ser «sintiente y de procurar su bienestar conforme a las características de cada especie». La ley en su conjunto busca regular el reconocimiento y la protección de la dignidad de los animales por parte de la sociedad.
Es decir, objetivos encomiables. Lo peor es cuando bajamos a las precisiones, sobre todo las que se refieren a la comercialización y venta de mascotas. Enseguida se nos aparece la inevitable comparación con las leyes que amparan al hombre. Todavía carecemos como especie de una verdadera defensa de nuestra dignidad, de nuestras necesidades universales, es decir, de nuestro bienestar. Y naturalmente, surge la contestación y la protesta, aunque de forma injusta. Una cosa no tiene nada que ver con la otra: nuestro derecho a una vivienda digna, al trabajo, a la protección social insustituible del Estado es la base en la búsqueda de fórmulas a través de leyes, pero no siempre nos protegen.
Es decir, ahora se procura dejar claro el derecho del animal a cuidados que no están tan asegurados todavía en el hombre.
Pero la ley es eficaz, porque además ha servido para dos cosas fundamentales: a) tomar conciencia de la obligación que tenemos de cuidar a nuestras mascotas y b) hemos acabado, casi, con los desalmados que mataban los ejemplares que le sobraban en camadas prolíficas metiéndoles en un saco bien cerrado y tirándolos al mar. Solo por eso, al comprobar como les llevan detenidos como criminales que son, ya fue útil la ley.
Lo peor de esta legislación, como en todas ellas, son los excesos y sobre todo los excesos ridículos, como los pañales que les han puesto a los caballos en El Retiro de Madrid para que hagan sus necesidades, ¿no podrían abordar mejores retos de gobierno que evitar que se manche la calzada de excrementos de caballo? Parece que el PSOE, en su desesperada oposición en el consistorio de la capital de España, no encontró nada más trascendental.
Y no es este el único exceso que salta a la vista y llama nuestra atención. En este buenismo animal que se practica, se legisla ahora para permitir a los perros que acompañen a los pacientes en el hospital. Así se dispuso en los hospitales de Granada y en alguna otra ciudad buscando la salud mental del animal y la de su dueño, y olvidando la necesaria vigilancia de la asepsia en los hospitales, que tanto costó conseguir, que tantos esfuerzos supuso pero que tantos éxitos obtuvo contra la infección.
Por cierto, ¿no inventarían un pañal para los perritos incontinentes contra-pared, que sufrimos en todas las ciudades cuando el propietario de una mascota lo saca de casa a desaguar? En mi modesta opinión sería el descubrimiento del siglo.
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Ana del Castillo
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