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El eclipse reciente es inspirador para hablar de lo irreal, de lo fantasmagórico, del espacio del animal alado entre pájaro y estrella de mar (Loplop. Max Ernst) además de gnomos, duendes, gigantes o fantasmas o del mundo mitológico celta. Un planeta misterioso que conocemos como ... surrealismo. O mejor que no conocemos, porque se trata de una visión oculta de las cosas que generalmente no está al alcance de los mortales.
Diríamos que es un mundo loco a veces ayudado por las adicciones y el alcohol. Quizá por ello, Picasso decía que no pertenecía a ese movimiento – aunque lo hubiera defendido temporalmente–, quizá temeroso de ese estigma, a pesar de haber creado una de las obras más representativas 'La Crucifixión', difícil de ver y también de comprender en un ateo confeso desde la muerte de su hermana en la niñez. El maestro del cubismo hizo muy pocas incursiones surrealistas y sólo en esa época concreta del s.XX (1932) aunque su Cristo crucificado aparecerá curiosamente en todas sus épocas, también en la época azul y por supuesto en la cubista de su trayectoria magistral.
Después del período corto del dadaísmo –primera guerra mundial– que negaba el arte mismo o el quehacer artístico cuestionando la lógica y la razón, surge el surrealismo, un minué –Luis XIV, baile cortesano– entre gracioso e intrascendente que define muy bien lo plástico de la locura abriéndose al mundo de lo irreal y fantasmagórico.
El territorio inconsciente de lo irracional de una guerra –Guerra del 14– como medio para cambiar las cosas, la vida, la sociedad o el arte, surge espontáneo y se pone en manos del psicoanálisis. Un mundo que me atrevo a analizar, del que nos atrevemos continuamente, pero sobre el que entendemos muy poco. Es como si existiera una barrera que nos separa pero conociendo que ahí detrás existe algo sublime, loco y diferente, aunque… ¿de qué lado están los cuerdos?
Es que, aquel grupo fundador encabezado por André Bretón intenta sobrepasar lo real desde unas mentes geniales que se reunían en el café 'Les Deux Magots' de París con plena presencia española: Picasso, Dalí, Miró, el francés Bretón y algunos más que conmocionaron la cultura europea.
Entre ellos también estaba Max Ernst y destacaba sobre todo su amiga, más tarde musa y amante, Leonora Carrington; una mujer fuerte, guapa y genial, pero sobre todo luchadora, que desde Inglaterra, gracias a su adinerada familia, pasaría por media Europa incluyendo España defendiendo siempre un feminismo heróico en aquellos tiempos de misoginia y machismo perverso que por cierto fue muy bien contado en nuestro Ateneo por Díez Manrique hace pocos días.
Nadie mejor que un psiquiatra prestigioso para llegar a interpretar la locura de Leonora que por cierto curiosamente se curó de ella en un psiquiático de Santander, lo que le permitió seguir produciendo obras magistrales en su extensa e intensa trayectoria – murió a los 94 años– como pintora, escenógrafa, novelista, dibujante y escultora, desde Ciudad de México.
Allí se conservan muchas de ellas: por ejemplo, una escultura fantástica 'Cocodrilo' que está instalada en pleno Paseo de la Reforma de la capital. También 'El Mundo de los Mayas', además de unas memorias crudas y sinceras, 'Memorias de Abajo', a corazón abierto, contando una violación que le marcó la vida. Es notable también su pequeña incursión sobre el arte medieval, renacentista y florentino en el que pintó 'Sisters of Moon' representando a diferentes mujeres alienadas con la noche, la luna y el misterio; vamos, una especie de eclipse enigmático que es oportuno recordar precisamente en estos días tras el que fue mundialmente televisado.
La atracción sobre ese mundo surrealista y mágico es muy fácil de alimentar. Todavía recuerdo impresionado una exposición de arte en la Galería Levy de Madrid en los ya lejanos años 2000 de unas obras, en teoría modestas pero impresionantes, de Man Ray ( Filadelfia1890. París1976) y de Meret Oppenheim (Berlín 1913-Basilea 1985), antiguos amigos e influídos por esa corriente enigmática del surrealismo desde el dadaísmo más cutre. Vamos, una locura psico-analizable y surrealista que necesitaría un Sigmund Freud a nuestro lado que por cierto, comprendió como nadie aquella época singular.
También lo necesitaríamos aquí y ahora, para ser capaces de entender esta espiral de peticiones/concesiones a los separatistas construyendo lo que se podría llamar un 'surrealismo fanfarrón' sobre el que desconocemos su cierre. Se trata desde luego de un vodevil sobre el engaño que se ha convertido en una pieza maliciosa en varios actos, ocupando, 'las dos Españas' y 'la traición' los dos principales, de una obra elucubrante de la que ignoramos todavía su final.
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