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Para muchas personas que llegan a los cargos sin equipaje, es decir, sin formación, sin moral, sin principios…, por lo tanto sin nada, el hecho de «tocar moqueta» cambia su comportamiento y se convierten en lo que realmente son: seres repugnantes, aprovechándose de una situación ... de superioridad casual, que además es casi siempre efímera y transitoria.
El ejercicio del poder por quien carece de mesura, de preparación o de valores, enseguida reproduce y facilita el abuso. En nuestro Código Penal, existen múltiples definiciones para la alevosía, para la premeditación o para el ejercicio de la fuerza en el abuso, pero no está legislada la gravedad en el delito de quién lo comete aprovechándose del poder. Y eso es lo que paraliza a las víctimas, dejándolas inermes ante sus propias circunstancias.
Un desalmado que cuando «toca moqueta» se cree en el derecho de poder tocar el cuerpo de una mujer bajo la presión y las ligaduras de su cargo, o de su ejercicio de superioridad, bien económica o política o bien física o intelectual, debería de estar agravado en la ley. Es increíble que todavía no lo esté. Más bien al contrario: la utilización de fórmulas económicas en convenio para el resarcimiento o la rebaja de la pena, humilla doblemente a la víctima comprometiendo seriamente su resistencia al abuso, a la agresión sexual sin su consentimiento.
Debería de existir una nueva norma de «no es no» para poder incrementar las penas del delincuente sexual que respondieran a la magnitud del delito para agravarlo.
Existirían muchas fórmulas traducidas en años de condena y reparaciones económicas, pero además deberíamos de tener un listado público de indeseables que pudieran ser detectados por la sociedad para señalarlos y así evitar las oportunidades que el secretismo y el anonimato conceden.
Tenemos derecho, no solo a que el delincuente sexual sea apartado de sus cargos y a cumplir una pena agravada por haber cometido el delito desde el poder, sino también a tenerlo detectado, reconocible y señalado para evitar nuevos delitos, pero sobre todo advertir como arma disuasoria, contra el bandido que quiera actuar desde su posición dominante.
Evitemos que se oculten los hechos, las pruebas o las personas y denunciemos los comportamientos lascivos, babosos e imperdonables que detectemos a nuestro alrededor fotografiando al acosador para exponerle a la luz. Para ello también habrá que condenar al que estaba al tanto de todo, lo ocultó y no lo denunció. El abuso de poder se detecta fácilmente y jamás debe de ser consentido alrededor. Si además se ejercita sobre una mujer abusando de ella, debe de ser doblemente penado por la ley.
Dejemos de echar una moqueta sobre otra cuando está deteriorada con el fin de tapar comportamientos de abuso que tienen que combatirse desde el reconocimiento, la exposición pública y la denuncia.
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