Laberinto Sánchez

Uno de los aliados que menos problemas podría darle –el PNV– ha tardado horas en airear parte de sus demandas, y en hacerlo a costa de la sintonía institucional mantenida con el PSE en Euskadi. Sin duda ha sido así porque los peneuvistas no han salido bien parados del 23J tras cinco años de apoyo a Sánchez y frente a los réditos electorales obtenidos por EH Bildu. Por su parte, ERC también ha puesto precio al voto de sus siete parlamentarios en el Congreso al reclamar la equiparación entre lo que Cataluña aporta y lo que recibe en términos fiscales, la transferencia de la red y servicios ferroviarios que discurren únicamente dentro de su comunidad y la reactivación de la mesa de diálogo singular establecida para «desinflamar» la cuestión catalana.

A lo que se suma el maximalismo de Junts, que sus sucesivos dirigentes y portavoces no han sabido, podido o querido traducir desde 2017 en propuestas legales y viables. Todo ello, cuando el laberinto de la reelección volverá a sobrecargarse con las exigencias de Sumar, la fuerza llamada a compartir Gobierno con el PSOE, requerida a su vez por Podemos y por la quincena de siglas que la conforman a dar sentido a su participación en la gobernanza prometida.

Resulta elocuente que EH Bildu, el único socio que salió de las urnas mejor de como llegó a ellas el 28M y el 23J, se haya adelantado a anunciar su inquebrantable apoyo a la investidura de Sánchez. Mientras, este da a entender que se lo toma con calma, como si fuera una opción táctica respecto a Feijóo y no una necesidad por rebajar la ventana de oportunidad que los perdedores han encontrado al verse imprescindibles.