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En el año 2006, durante una recepción que el actual presidente chino Xi JinPing ofreció a Juan Antonio Samaranch, escuché a este último decirle una frase que se me ha quedado grabada: «No hay sistemas de gobierno buenos o malos, hay gobiernos que se ... ocupan en mejorar el bienestar de sus ciudadanos y gobiernos que no lo hacen». Amén.
Quienes leen esta serie de artículos tal vez echen en falta cierto nivel de crítica a un sistema, el chino, que dista de ser perfecto. Esta ausencia de análisis político no es involuntaria ni obedece a síndrome de Estocolmo alguno, tras 15 años como huésped de la República Popular china. Desde este espacio de opinión yo, que no soy sinólogo, ni historiador, ni politólogo, ni experto en geopolítica, procuro, nada más, aportar la visión de alguien a quien China le ha cambiado la vida y su visión del mundo. Pretendo, con estos artículos, sugerir una visión diferente a la que impera en Occidente sobre China, sobre el mundo actual y sus posibles futuros. Intento, también, acercar al lector a una realidad, la china, desconocida para el gran público español pero cada vez más influyente. A menudo, aquí, planteo más preguntas que respuestas, pero es que vivir en China (y, en general, vivir en el siglo XXI) significa plantearse preguntas y no siempre lograr responderlas.
Mi área de conocimiento es la estrategia de negocios. Desarrollar adecuadamente mi trabajo y asesorar del mejor modo a mis clientes en su expansión comercial en China, me obliga a estar al día de la actualidad de un mercado de alto contexto cultural, histórico e ideológico. Siento, además, un interés genuino por este país, su idiosincrasia y sus particularidades, a las que he dedicado años de estudio. En este sentido, puedo decir que China es un gran lugar en el que hacer negocios y que los chinos son, en general, socios solventes, buenos clientes y mejores proveedores de productos y servicios. Para desarrollar con éxito, en China, labor comercial alguna es imprescindible conectar con las peculiaridades de la mentalidad local, su historia y sus valores; no, en cambio, en lo que al sistema político respecta. Son muy pocas las veces, en tres lustros, en las que, haciendo negocios aquí, me he topado con obstáculos eminentemente comunistas o propios de una dictadura militar de partido único. El partido que gobierna en Pekín es mucho más chino que comunista. Eso es lo que, de verdad, no hay que perder de vista aquí.
China es un país en vías de desarrollo con algunos problemas propios de un país desarrollado (desempleo, envejecimiento poblacional, etc.). Son muchos los desafíos a los que se enfrenta y lleva enfrentándose el gobierno chino en las últimas décadas. La gobernanza y gestión eficaz de un país de dimensiones continentales y población inmensa entraña una complejidad inimaginable. El control de la epidemia covid-19 es sólo uno de ellos en una enorme lista de problemas acuciantes: solventar el acceso de la población a un sistema de salud eficiente y a vivienda asequible, mejorar los servicios sociales y las libertades individuales de sus ciudadanos, depurar la corrupción, sortear la creciente brecha de desigualdad en renta sin que esta devenga en fractura social, crecer de manera medioambientalmente sostenible, fortalecer su sistema bancario y gestionar su burbuja inmobiliaria, garantizar el acceso generalizado al agua potable, etc. Todos ellos son problemas mastodónticos que el gobierno de Pekín debe gestionar mientras garantiza un crecimiento sostenido.
Efectivamente, el sistema actual de gobierno en China genera muchas ineficiencias y deja de lado logros básicos ya alcanzados por los sistemas políticos occidentales, como son los derechos humanos, las libertades individuales, la seguridad jurídica, el estado de bienestar y el de Derecho, el cuidado del medioambiente, etc. No obstante, basta con echar un vistazo a lo difícil que es gobernar nuestro pequeño país, pese a sus reducidas dimensiones y apenas un 3% de la población de China, para imaginar la dificultad de gobernar el gigante asiático.
China no es el paraíso y yo no soy chino. China tiene cosas estupendas y otras espantosas. Como el resto de los cientos de miles de extranjeros que vivimos y hacemos negocio en China, estamos aquí en calidad de invitados de un régimen que no obliga a comulgar con sus valores. En el mundo hay 194 países en los que vivir, China es sólo uno de ellos. Elegir vivir en China implica aceptar las reglas de juego de los chinos, del mismo modo en que hacer negocios con ellos exige entender sus mecanismos de decisión y su mentalidad. A quien no le gusten esas reglas, esa mentalidad o esas exigencias, puede elegir vivir o hacer negocios en otra parte.
Igual que la luna, China también tiene su lado oscuro. Irónicamente, los únicos que, de momento, han estado allí y han vuelto para contarlo son los chinos. Por la cara oculta, es mejor preguntarles a ellos.
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