Secciones
Servicios
Destacamos
Aparcar en Madrid suele ser más difícil que resolver un cubo Rubik o encontrar algo de tu talla en las rebajas. Entre atascos, restricciones medioambientales, zonas verdes y azules, cargas y descargas... hay que ir con mucho tiempo a cualquier sitio si has decidido ... hacerlo en automóvil.
Los coches, además, en los últimos años han ido creciendo progresivamente en largura y en anchura y yo que tengo un mini, que de mini tiene solo el nombre, en muchas ocasiones me cuesta encontrar un buen hueco. Por supuesto, siempre hay soluciones: transporte público, andando si estás cerca o directamente a un aparcamiento, cuyos minutos de estancia en Madrid se suelen cobrar casi al precio de las angulas o al de un zumo de naranja natural en un bar.
Es aquí donde noto más diferencia con respecto a los aparcamientos públicos de Santander, sobre todo por el tamaño de sus plazas. No sé si es por el arquitecto, por el ingeniero, por el constructor, por el que pinta las rayas o por el que lo encarga..., pero desde luego en esos anchos de plaza que tienen cabe mejor una bicicleta que un coche. Para el que piense que estoy exagerando, obviamente o no tiene coche o nunca ha pasado por allí con él. Eso sí, el día que lo haga ya le aviso de que es mejor que haya estado a dieta los meses anteriores porque sino, no es que no pueda salir holgado, es que no podrá hacerlo por la puerta. De hecho, muchas veces estás tan justo que solo puedes salir por la puerta contraria saltando por encima de la palanca o haciendo contorsionismo a través de una ventana. Si vas con acompañante y tienes sillas de niños detrás, olvídate, directamente llama a los bomberos para que os saquen y reza para que no estéis en un nivel subterráneo sin cobertura.
Con respecto a las plazas de aparcamiento de edificios particulares, sin embargo, la cosa mejora. De hecho aquí en Santander me ha sorprendido encontrarme en muchos lugares con algo que en Madrid no existe y que yo llamo el 'trastero-plaza'. Es un curioso híbrido que mezcla el garaje compartido pero cerrado con puerta e individualmente tabicado. En él tan pronto te puedes encontrar un coche, como un trastero lleno de bártulos viejos, un taller de herramientas, un almacén de surf y esquí, un señor mayor que pasaba por ahí... o todo a la vez.
Yo ahora mismo estoy viviendo en una casa que tiene esa modalidad de 'trastero-plaza' y, aunque con los aparcamientos públicos esté algo mosqueado porque son más estrechos que los baños de un avión, la verdad que con los privados estoy entusiasmado. Larga vida al 'trastero-plaza', son un auténtico inventazo.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.