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Laurence Bertrand Dorléac, comisaria de la exposición 'Les choses', 'Una historia de la naturaleza muerta', que puede verse en Museo del Louvre hasta el 23 de enero de 2023, comienza su presentación aludiendo a que los artistas son los primeros en prestar importancia a los ... objetos y tomárselos en serio. «Se fijan en su presencia, exaltan su forma, su significado, su poder o su encanto. Son los que captaron su habilidad para hacernos imaginar, creer, dudar, soñar o reaccionar», comenta.
La muestra recorre siglos en la representación de los objetos de la vida cotidiana; desde la prehistoria, hasta llegar a una contundente grisalla de Miquel Barceló.
Ya la primera sala anuncia la intensidad de lo que veremos: una hilarante secuencia fílmica con Buster Keaton poniendo y quitando frenéticamente la mesa, frente a la 'Magdalena penitente' de Georges de La Tour, hacia 1642-44, donde la Santa contempla con intensidad la luz de una vela y acaricia la calavera, como si fuera su más preciada mascota.
En la cultura occidental, en España, los cuadros que reproducían cosas, principalmente enseres, cacharros, o alimentos, se denominaron bodegones. En el pasado, la bodega era el término utilizado para designar el lugar donde se guardaban las viandas, normalmente en alto para protegerlas de la humedad y de los animales. Mientras que flamencos y anglosajones lo llamaban: naturaleza muerta, 'stilleven', vida quieta o inmóvil. Y durante siglos su representación ha sido un reflejo de la sociedad y sus costumbres.
En el barroco proliferó el gusto por este género pictórico. Las obras mantenían un simbolismo heredado de la iconografía medieval, que o bien hacían alusión a lo espiritual o eran alegorías de los sentidos. Las cosas, según la cultura a la que pertenezcan, pueden referirse al poder, lo sagrado, la vida o la muerte, el dinero y las mercancías, aparte de a muchos otros aspectos, también diseccionados en la exposición del Louvre.
Lo inanimado deja de serlo. Se mueve y nos mueve. Los objetos son una oda a la vida, Bertrand nos lo recuerda con la máxima de Victor Hugo: «Las cosas y el ser mantienen un gran diálogo».
Lo inerte es transmisor de vida humana, como el pequeño cuenco japonés que el vídeo creador Bill Viola encontró después de la muerte de su madre al fondo de un aparador. «Al sostenerlo sentía todavía la mano de mi madre al otro lado, dándomelo. Tras esta experiencia me di cuenta de que miraba alrededor y todo lo que veía –sillas, mesas, zapatos, coches, bombillas, videocámaras–, todo contenía presencias humanas».
Asimismo, el humo que parece que aún se escapa de la pipa en 'La tabaquera' de Jean-Siméon Chardin, hacia 1737, nos hace imaginar el aroma a tabaco que desprenden los objetos del inventario familiar.
Y la calavera, no es el mero estampado en una camiseta de moda, sino el recuerdo de lo que somos, nuestra fragilidad: la vanitas.
Otros ejemplos de cosas nos remiten a lo material, al dinero, al consumo, y a la cantidad de basura que generamos sin control. Ojalá fuéramos más conscientes de todo lo innecesario, y conserváramos con delicadeza aquello que rememora a los que nos precedieron.
La exposición se despide con una bella fotografía de Nan Goldin, 'Primeros días en cuarentena, Brookling, NY, 2020', realizada durante el confinamiento: un jarrón con flores desenfocado frente a la ventana. En la protección de nuestro hogar, cobijados con los objetos que nos acompañan día a día, las flores se marchitan. Mientras, al otro lado del vidrio, la ciudad y las ramas de los árboles dejan entrever el cielo.
Una naturaleza llena de posibilidades.
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