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En 1918 el mundo se vio sacudido por una terrible pandemia, una situación muy similar a la que nos toca vivir ahora. El culpable entonces ... no fue el coronavirus, sino el virus Influenza A, subtipo H1N1, primo del que causó la pandemia de 2009. Posiblemente, la diferencia de mortalidad entre la primera, de 50 a 100 millones de personas, y la segunda, de 150.000 a 575.000 personas, se haya debido a la inmunidad adquirida a consecuencia de la primera pandemia.
Cierto que el mundo de entonces estaba sacudido por la Gran Guerra, pero no es menos cierto que, a pesar de que ahora nos pueda parecer que eran sociedades atrasadas, estaban orgullosos con los adelantos conseguidos en higiene y sanidad, y pensaban que habían desarrollado servicios sanitarios capaces de dejar en el olvido pasadas epidemias como el cólera, que se había llevado la vida de decenas de millones de europeos el siglo anterior. Muy a pesar suyo, la enfermedad se extendió por todo el mundo acabando con las vidas no sólo de niños y ancianos, habitualmente la mayoría de las víctimas de la gripe, sino también las de jóvenes y adultos.
Como los tratamientos disponibles, oxígeno y aspirinas, no eran eficaces, se hicieron populares las mascarillas de tela y gasa, que tampoco ayudaban mucho. El único remedio que tuvo algún éxito fue la transfusión de sangre de pacientes recuperados, que también estamos utilizando contra el Covid-19.
Aquella pandemia desapareció dos años después de surgir, seguramente porque se había alcanzado la inmunidad de rebaño, ya que la enfermedad había afectado a la mayor parte de la población mundial.
Hoy tenemos más armas que nuestros antepasados para combatir al virus. La primera, la información: sabemos cuál es el enemigo y podemos tomar medidas como el confinamiento, la más eficaz de todas. También tenemos hospitales mejor equipados, una industria farmacéutica capaz de producir muchos medicamentos y laboratorios capaces de desarrollar vacunas muy rápido, pero nada de eso servirá para contener la primera oleada de la enfermedad. Ahora tenemos que aislarnos para ganar tiempo; con ese tiempo a nuestro favor, ganaremos esta guerra seguro.
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