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Los antiguos filósofos contemplaron la esencia de la Naturaleza desde cuatro elementos que, como puntos cardinales, guían nuestro destino: agua, tierra, fuego y aire. La vida flotó en el agua y mantiene líquidos sagrados que configuran nuestra existencia: la sangre, desde la que nuestro ... organismo sacia el vigor de ambos sexos; el semen, que enciende el origen desde el deseo masculino; y la leche, generoso alimento que lo femenino proporciona como primer manjar de nuestras bocas.
Consciente de que alguna 'hembrista' proteste por vincular la leche con el dócil amamantamiento maternal y pueda sentirse marginada al no poder asumir la impetuosa eyaculación de los machos, dejo de hacer alusiones al respecto para centrarme en la leche de vaca, y más concretamente en la mala leche de los ganaderos por el irrisorio precio que las empresas lácteas les pagan por cada litro, impidiéndoles mantener los costes de producción.
He visto cómo en una manifestación ganadera un vaquero se dirigía a sus compañeros con un cabreo mayúsculo: «El producto es mío, -decía- lo vendo yo, y si no me lo pagan, me cago en... lo prendo fuego. Quiero morir con orgullo, me cago en... Decía el Che Guevara que hay que morir de pie, no de rodillas... y si hay que ir a la guerra, me cago en... se va». Y con un grito incendiario, terminaba su arenga con un apasionado: «¡Fuego!»
Me subo a los tractores, me sumo al boicot de marcas y grandes superficies que atentan contra el precio justo, me añado a tantas manifestaciones que el Gobierno desdeña porque huele a boñiga, pero por favor, que el agua fluya por los ríos, que en la tierra crezcan ricos pastos, que el aire sea limpio también en los establos y que el fuego se encienda, pero siempre lejos de los montes. Todo por el equilibrio de los cuatro elementos y por la buena leche.
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