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Una biografía de Pérez Galdós, escrita por la catedrática canaria Yolanda Arencibia, acaba de ser reconocida con el Premio Comillas que anualmente premia ... estudios biográficos o de investigación cultural. Ya en 1971, coincidiendo con el centenario de la primera visita de Galdós a Santander, el historiador canario Vicente Marrero publicó 'Historia de una amistad' un estudio del hermoso legado que Pereda, Menéndez Pelayo y Galdós regalaran a sus coetáneos y a las generaciones siguientes.
En 1977 el recientemente fallecido Cronista Oficial de Santander, Benito Madariaga, publicó 'Pérez Galdós. Biografía Santanderina' extraordinario trabajo de investigación que recoge magistralmente la vida y la obra realizada por don Benito en los casi cuarenta años que vivió en Santander, muchos de ellos en su retiro de San Quintín, la casa que construyó frente a La Magdalena, con entrada por el camino de Miranda al Sardinero y, años después, cuando se trazó la avenida de Reina Victoria también con entrada por esta, donde aún podemos ver, sobre la puerta, la cerámica con su nombre. Este artículo quiere ser un recuerdo agradecido a la obra de Benito Madariaga y a su inolvidable amistad.
Fue una suerte para Santander tener a Pérez Galdós, durante cuarenta años, como vecino singular en los largos veraneos de entonces, y creo que también fue una suerte para don Benito conocer a Pereda durante su primer viaje y quedar prendido de la ciudad, de la provincia y de las personas. Madariaga inicia su obra con la descripción del ambiente cultural de la ciudad. En el último tercio del siglo XIX, «cuando hace su aparición Pérez Galdós en la ciudad de Santander, existía ya en ella una representación intelectual que a través de su apego y amor a los problemas locales de su tierra, iba a proyectar al resto de España sus inquietudes científicas, artísticas y literarias. En aquella pequeña Atenas, vieja ciudad comercial que movida con interesada inquietud hacia las rutas de ultramar, encontró el más importante escritor de su siglo la compañía y amistad de un grupo de intelectuales afanados en un movimiento cultural y renovador…». Personalidades más destacadas: Amós de Escalante, Pereda, los hermanos Menéndez Pelayo, González Linares, Doctor Madrazo, José Estrañi, personas de muy diferentes ideologías que dialogaron casi diariamente, que en ocasiones discreparon públicamente, pero que siempre supieron explicar sus diferencias y manifestar su comprensión.
Un artículo solo permite ofrecer pequeñas muestras de tan larga convivencia. Menéndez Pelayo (1856) era el más joven de los tres futuros académicos. Pereda nació en 1833 y Galdós en 1843 y sin embargo don Marcelino fue el primero en ser recibido Académico, en 1871, con sólo 24 años de edad, caso inaudito. A Galdós, a pesar de su enorme prestigio popular, le costó entrar en la Academia. El marcado conservadurismo de los académicos rechazaba el talante liberal de Galdós. En 1882 Juan Valera, liberal pero íntimo amigo de don Marcelino –se conserva una extraordinaria correspondencia entre ambos–, le pedía que con su prestigio intentara lograr la candidatura de Galdós. Don Marcelino no lo lograría hasta 1889. El carácter de Galdós tampoco ayudaba, no movía hilos, pero una vez admitido tardó ocho años en leer su discurso de entrada. Escribe Madariaga: «Pero no iba a ser nada fácil que Galdós, hombre introvertido y tímido, incapaz muchas veces de leer un discurso de homenaje, se prestara enseguida a la recepción académica. Cerca de ocho años tardaría en dar este paso en el que se sacó la espina con esta postura arrogante y pausada de réplica a los señores académicos que le habían vetado por liberal». Pero Galdós le dice a Pereda: «En mala hora se le ocurrió a nuestro amigo Marcelino presentarme, y en hora mil veces menguada lo acepté yo, porque a estas horas el mismo Menéndez y los demás que me apoyan han tragado bastante hiel, y aún les falta alguna por tragar» y al final de la carta aún se lee «por cierto, no podré pagar a Marcelino con ninguna clase de agradecimiento lo que hace por mí…».
El 7 de febrero de 1897 Galdós leyó su discurso. En los periódicos de la época se lee «lo leyó en su voz baja y emocionado» y versó sobre 'La sociedad presente como materia novelable'. Contestó a su discurso Ménendez Pelayo y, años después, en sus 'Memorias', don Benito lo recordó «el acto resultó muy lucido destacando el admirable discurso de Marcelino sobre el mío, modesto y tímido en su complexión oratoria». Se dio la circunstancia que l4 días después, el 21 de febrero, se recibía como académico José María de Pereda y que el designado para responder a su discurso de entrada fue Galdós quien dedicó una parte importante de su intervención para glosar la amistad que les unía desde hacía 25 años y manifestar la trascendencia de la misma, «…amistad que junta en un solo haz fibras de la vida moral y del sentimiento estético y que no vacilo en ofrecer como modelo a la gente del oficio» (…) «y puesto que todo se ha de decir, y en este acto, como en otros menos solemnes, la sinceridad es gran virtud, diré que mi insigne amigo correspondía con efusión al cariño que yo le mostraba y en nuestras cordialidades, como en nuestras discordias, no se desmentía jamás aquella benevolencia fraternal, como de h ermano mayor, con que me distinguía y alentaba. Conservo como oro en paño, entre los papeles de nuestra larga correspondencia, sus acerbas críticas de algunas obras mías que no necesito nombrar…»; y como ejemplo de estas diferencias en una de sus cartas se lee: «…Una de las satisfacciones de mi vida es que a pesar de mi anticatolicismo y de mi rebeldía no me retire V. su amistad, lo cual me prueba su benevolencia y verdadero espíritu cristiano».
No era un tiempo fácil. En lo político y en lo social había dos Españas. Don Marcelino y Galdós sufrieron, durante años, el lamentable episodio de la dura controversia, en prensa y en actos públicos, de sus respectivos seguidores enfrentándose por quien de los dos era merecedor del Premio Nobel (en muchas ocasiones atacando al contrario más que en defensa del propio) lo que sin duda pudo perjudicar a ambos porque la Academia Sueca no entendía la lucha fraticida. Es lamentable que este maravilloso legado de amistad que Galdós proponía de ejemplo a sus colegas sea desconocido, siendo parte de nuestra propia historia, por las nuevas generaciones de lectores (si existen), cuando debieran ser explicadas, cada curso, a los adolescentes como ejemplo vivo de convivencia.
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Ana del Castillo
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