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Estas semanas de confinamiento, convertidas en un arresto domiciliario, me han permitido intentar ordenar papeles, recortes de prensa y fotos almacenadas en carpetas. Los archivos, cuando no se revisan y clasifican, se convierten en depósitos inútiles, porque no se sabe dónde se encuentra cada carta ... o manuscrito, lo que equivale a perderlos... aunque sólo sea parcialmente. En el ojeo de papeles, ha saltado a mi vista una tarjeta escrita con tinta verde, un verde singular y muy personal. Antes de ver impreso el nombre de la persona que la escribió, sé que es la letra de Eulalio Ferrer, el cántabro-mexicano que este año llegaría a centenario si estuviera vivo. Ferrer adoptó la tinta verde como una firma inequívoca y volver a revisar sus palabras me trae a la mente algunos temas que merecen comentario.
Eulalio Ferrer, cuando ya pudo regresar a España tras su largo exilio americano, creó y financió el Premio Menéndez Pelayo en la Universidad Internacional que lleva el nombre del polígrafo y que está vinculada vitalmente con la ciudad de Santander. Con ese premio se ha distinguido a grandes figuras del mundo de las letras y gracias a él han pasado por nuestra ciudad verdaderos genios. Fue en 1987 cuando se produjo la primera entrega del galardón, y fue al poeta mexicano Octavio Paz. En años sucesivos han recibido esa distinción grandes figuras de las letras españolas, como Carlos Fuentes, Lázaro Carreter, Francisco Rico, Nélida Piñón, Mario Vargas Llosa, Pedro Laín Entralgo y un largo etcétera.
Junto a la tarjeta de Eulalio Ferrer había tres páginas manuscritas: Una carta de Octavio Paz dirigida a Ferrer (Fechada en ciudad de México, el 24 de mayo de 1981) en la que habla de su viaje a Nueva York, un texto del poeta sobre la obra de Marcel Duchamp 'Dulcinea' y un tercer folio con el original del manuscrito del soneto de Paz, titulado 'Metafórica estáis-Hago striptease', inspirado en el cuadro del artista de origen francés y nacionalizado estadounidense. Este original está fechado el día anterior a la carta que le acompaña. De esas tres páginas escritas por el Nobel mexicano, con las que me obsequió Ferrer, me llega el recuerdo de la jornada de la entrega del premio Menéndez Pelayo y la posterior reunión con él. Paz dijo en la tribuna de la Magdalena estas palabras, entre otras: «El presente se manifiesta en la presencia y la presencia es la reconciliación de los tres tiempos. Poesía de la reconciliación: la imaginación encarnada en un ahora sin fechas». Tres años más tarde la Academia sueca le otorgaba el Nobel de Literatura.
En la memoria están los días de brillo de la UIMP tanto en las letras como en las ciencias. Ahora, en este año de crisis severa, sería bueno que los nuevos dirigentes de esta universidad de verano emplearan su tiempo, y su talento, en diseñar cómo recuperar, para el año 2021, las raíces que dieron prestigio internacional a esa sede académica tan vinculada a Cantabria. La UIMP es Santander y más aun la península de La Magdalena y así debe continuar, pero abriendo sus puertas a los cántabros y recuperando su talante internacional y su sello de independencia. Conviene recordar el torpe intento del rector Raúl Morodo, ahora tan cuestionado, de desvincular la UIMP de la capital de Cantabria y de cómo fracasó en el intento.
Y es que la internacionalidad de la UIMP debe sustentarse en su programación, en abrirse a diferentes naciones y culturas y en reforzar su marchamo de independencia, un tanto desvaído por la reiterada presencia de políticos y ministros. Pronto se cumplirán treinta y tres años de la presencia de Octavio Paz en Santander. Junto a este Nobel de literatura han desfilado por La Magdalena otros como Vicente Aleixandre, Vargas Llosa, Camilo José Cela, sin olvidar a grandes de las letras que acariciaron el premio de la Academia Sueca como Rómulo Gallegos y el propio Borges. Esa dimensión americana y en español, bien pudiera ser el pilar sobre el cual afianzar una nueva etapa para nuestra universidad de verano. Santander siempre ha mirado hacia América y los lazos entre las dos costas del Atlántico son fuertes y hondamente cimentados. Precisamente, en un momento en el que el idioma español es más pujante que nunca en el mundo, se produce la paradoja de que se debilita en su cuna, porque una parte de los españoles quiere renegar de uno de sus valores más cotizados, como el hecho de poseer una lengua que hablan casi cuatrocientos millones de personas.
Octavio Paz fue una de las grandes figuras de la lírica universal y un defensor del idioma español. Su poema sobre la pintura de Duchamp retrato de Dulcinea conecta a Ferrer con Paz y con Duchamp, a través de la obra cumbre de la literatura, 'El Quijote'. Una relectura de la novela de Cervantes aporta grandes dosis de sentido común en estos tiempos de radicalismos absurdos, especialmente en aquellos pasajes que son abiertamente discordantes con la ola de «corrección política» que nos invade.
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