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El PP aguantó la moción de censura en la Comunidad Autónoma de Murcia apañando los apoyos de unos tránsfugas de Ciudadanos y cediendo parte del gobierno a Vox. Pero la gestión de aquella moción de censura ya nos adelantaba que algo no se estaba haciendo ... bien en el PSOE. La señora Ayuso planteó las elecciones en la Comunidad de Madrid como un plebiscito contra el Gobierno de España. Lo grave es que Sánchez y su equipo aceptaron el combate en esos términos. Frases como aquella de que los residentes son libres porque viven en Madrid, o la de que yo tendría vacunado a Madrid al 100% si no fuera por la dependencia que tenemos de Sánchez, me recordaban a la escuchada en Cataluña: con la independencia tendríamos menos muertos.
Para la señora Ayuso el virus era un buen aliado para tratar de derribar al Gobierno de España. Hay que recordar las caceroladas del bastión conservador del barrio de Salamanca en Madrid, el tono de las intervenciones de la derecha en el Congreso de los Diputados, sus mensajes en las redes sociales... La señora Ayuso con su victoria ha absorbido el voto de Ciudadanos, pero no ha eliminado a Vox como compañero de viaje. El triunfo del PP en Madrid se une al de Núñez Feijoo en Galicia y quizá dulcifica su desastre en Cataluña y el País Vasco. ¿Con quién se tomará unas cañas Casado, con Núñez Feijoo o con Ayuso?
Casado podrá repetir que no pactará con Sánchez mientras este mantenga algunas alianzas parlamentarias, pero deberá saber que pactos con Vox le cierran otros acuerdos. Hasta ahora, el PP está haciendo imposible renovar órganos constitucionales, pactar la gestión de los fondos europeos y no parece dispuesto a negociar la revisión de la financiación autonómica.
Debiera recordar Casado que la ultraderecha ha hecho del odio, la provocación, el racismo y el rencor su razón de ser y estar en política. Si el PP normaliza esas peligrosas extravagancias, normalizará la toxicidad política que envenena la convivencia. Una toxicidad coincidente con la intolerancia del independentismo catalán o con el no reconocimiento por sectores de Bildu de la sinrazón del terrorismo etarra y el daño causado. Los resultados electorales en la Comunidad de Madrid han manifestado la crisis profunda en partidos que surgieron después del 11M de 2011, como Ciudadanos y Podemos, construidos sobre los liderazgos de Rivera e Iglesias. Su crisis coincide con el fortalecimiento del PP y con la aparición de opciones de ámbito regional como Más Madrid o En Marea, que fraccionan el voto de la izquierda.
Comentan los portavoces periféricos de la señora Ayuso, que con el estilo de vida a la madrileña ha evitado la crisis económica en Madrid y ha gestionado como nadie los efectos de la pandemia y todo ello sin haber aprobado unos presupuestos después de 28 meses de gobierno. Comunidades autónomas como Valencia o Galicia, con buenas cifras en la gestión de la pandemia, no han tomado como ejemplo a Madrid.
Ya sé que la campaña electoral del PSOE en Madrid ha sido errática y confusa y que ha obtenido el peor resultado de unas elecciones en la Comunidad de Madrid. En la campaña apenas si se ha hablado de educación, vivienda, sanidad (en plena pandemia), de inversiones, empleo, políticas sociales, cultura, investigación... Esas políticas no importaban. Lo que al populismo de Díaz Ayuso le interesaba era anunciar el comienzo del fin del Gobierno de Sánchez. La propaganda se imponía a las ofertas y las ocurrencias evitaban el debate. Al PP madrileño le interesan unos servicios públicos descapitalizados, una enseñanza que prima a los colegios privados y mejor si son religiosos, bajos impuestos y equiparar libertad a diversión irresponsable para evitar la llegada del comunismo. Libertad es una hermosa palabra que se ha trivializado por los asesores de la señora Ayuso. Libertad es la base sobre la que construir la convivencia, el bienestar, la salud, el trabajo, la justicia, la igualdad, la enseñanza pública. La pregunta es si la victoria del PP madrileño será extrapolable a la política nacional y si va a modificar sustancialmente las tendencias electorales. El PSOE deberá pegarse más a la realidad, a los temas que nos afectan como el empleo, la vivienda, la seguridad, la educación o la sanidad; trabajar para transformar esa realidad favoreciendo la igualdad y defender la verdad por encima de proclamas trufadas de falsedades. Y sobre esa verdad construir la acción política, evitar los mensajes ficticios y defender un proyecto claro y sólido de país que responda a los desafíos que tenemos que hacer frente. Será difícil ganar el futuro consumiendo cañas, aunque lo hagamos a la madrileña.
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