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Si al cerrar el primer libro que leemos se abre un vacío, el hambre de lectura ya no se sacia. ¿Recuerdan cuál fue aquel título? A mí el ansia me entró con la serie de 'Los Cinco' de Enid Blyton. Pero siempre hay un antes. ... De pequeños, cuando todos los hermanos nos íbamos a la cama, mi padre abría las puertas de nuestros cuartos, que estaban contiguas y formaban esquina, y allí de pie, a la luz de la lámpara del pasillo, nos leía en voz alta los cuentos de Perrault para que pudiéramos escucharle desde las camas. Según lo apacible o truculento que fuera el pasaje, nos adentrábamos en la noche a través del sueño profundo, de la pesadilla o del insomnio. Después de los terrores de 'Barba Azul', nos cambiamos a los hermanos Grimm.
Luis Landero tuvo una infancia sin lecturas, pero repleta de relatos hablados. En el ámbito familiar de su Alburquerque natal había un solo libro, 'El calvario de una obrera o los mártires del amor', y además faltaban dos de los tres tomos de la novela de León Montenegro, «un amor trágico entre dos jóvenes pertenecientes a clases sociales incompatibles». Antes de irrumpir en la creación literaria con 'Juegos de la edad tardía', el autor extremeño acumuló vivencias, pero no lo considera indispensable para ser un gran narrador. En el pódcast de Vocento 'Luis Landero al encuentro con su memoria', cita a Gustave Flaubert y Franz Kafka, cuyas existencias fueron más bien grises y carentes de aventuras. Y, sin embargo, de sus plumas salieron obras como 'Madame Bovary' y 'La metamorfosis'. En cambio «hay gente que ha vivido mucho y no tiene nada que decir».
«El gran público ya no leerá libros de papel dentro de medio siglo», augura Arturo Pérez-Reverte, que habita entre ellos en su biblioteca personal, un hogar tabicado con historias encuadernadas. Los libros son «una familia, una compañía, un mobiliario, un consuelo, un analgésico». Pero en la charla que mantuvo con Edu Galán con motivo del trigésimo quinto aniversario de la revista XL Semanal, subrayó un mensaje: «No despreciemos a los jóvenes que no leen un libro». «No se preocupe, su hijo está a salvo» aunque pase las horas con el videojuego, porque «ese es el futuro de la narración, de la aventura, de la peripecia». «No trate de imponerle 'Los tres mosqueteros' o 'Robinson Crusoe'». Los jóvenes llegarán a los clásicos griegos y latinos por otros caminos, quizá como jugadores o espectadores, «pero llegarán», porque los creadores adaptarán a los nuevos formatos contenidos que serán «eco de la herencia de tres mil años de cultura».
Cuando le preguntan a Pérez-Reverte por los imprescindibles, cita la 'Iliada', la 'Odisea', la 'Eneida', el 'Quijote', la 'Divina comedia', los 'Ensayos' de Montaigne, la Biblia..., no para atacarlos de un tirón, sino despacio, a intervalos, aunque no los terminemos. ¿Y por qué no empezar con las novelas de un tipo contemporáneo que se ha empapado de todos esos clásicos y ha oído crujir bajo sus botas cristales rotos durante sus dos décadas como corresponsal de guerra? La colección de 'Alatriste', 'La tabla de Flandes', 'La piel del tambor', 'El italiano'... Cualquiera de ellos puede ser un buen comienzo.
Cada lector busca y sigue su camino y acaso orienta el de otros. Si algún 'gamer' o videojugador quiere aventurarse con el papel, las rutas son infinitas. Una senda lúdica puede ser la de los autores consagrados con una única novela. Hay muchos casos y para todos los gustos. 'Matar un ruiseñor' (premio Pulitzer 1961), de Harper Lee; 'La conjura de los necios' (premio Pulitzer 1981), de John Kennedy Toole, que se suicidó en 1969 porque no conseguía publicarla; 'El guardián entre el centeno', de Jerome David Salinguer; 'Lo que el viento se llevó' (premio Pulitzer 1937), de Margaret Mitchell, que tardó diez años en completarla, decía que no era buena, y no escribió más hasta que murió atropellada en 1949. 'Doctor Zhivago', del poeta ruso Boris Pasternak (premio Nobel de Literatura 1958). 'Cumbres Borrascosas', de Emily Brontë, que seguramente habría publicado más de un título si no se lo hubiera impedido su muerte, a los 30 años, por tuberculosis.
De las novelas de las hermanas Brontë mi favorita es 'Jane Eyre' (1847), de Charlotte. No puedo evitar asociarla con 'Rebeca' (1938), la obra más famosa de Daphne du Maurier. Cada una de esas dos mansiones que al final son pasto de las llamas, Thornfield y Manderley, oculta en el ala oeste o en la tercera planta el tormento de sus moradores, el oscuro secreto sobre una primera esposa. Para rematar la asociación, Joan Fontaine interpretó a las dos protagonistas en versiones cinematográficas míticas. Fue Jane, con Orson Welles como señor Rochester, bajo la dirección de Stevenson en 1944, y antes, en 1940, fue la segunda señora de Winter, con Laurence Olivier como señor de Winter, en la película de Hitchcokc.
Que las próximas generaciones elijan sus soportes, pero las anteriores necesitamos tocar, oler, hojear, subrayar, tener, regalar, abrazar libros y disfrutar de su diseño. Como dice Pérez-Reverte, «yo ya no puedo renunciar a eso».
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