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Con la incertidumbre añadida de que la pandemia y sus rebrotes puedan condicionar la participación electoral, Alberto Núñez Feijóo e Íñigo Urkullu son hoy los grandes favoritos para una contundente victoria en Galicia y en el País Vasco. Los sondeos sugieren que ambos presidentes ... llegan a las urnas reforzados en su liderazgo, lo cual es también un indicio de que la gestión autonómica de la crisis del covid-19 recibe una mejor valoración ciudadana que la del Gobierno central del PSOE y Unidas Podemos en ambas comunidades.
Núñez Feijóo aspira a lograr hoy, por cuarta vez consecutiva, una de esas mayorías absolutas cada vez más raras en el mapa político español. Acude a la cita con las siglas del PP escondidas o al menos subordinadas a su carisma personal, que es la misma estrategia utilizada por muchos candidatos populares en las municipales de 2019, también en Cantabria, y con la agenda de campaña cerrada a la facción más radical del partido que entre otros representa la portavoz parlamentaria Cayetana Álvarez de Toledo. Con el galleguismo y la moderación como estandartes, Feijóo doblega a socialistas y nacionalistas, y al tiempo cierra el paso a Ciudadanos y a Vox. Las encuestas le auguran más de un 48% de los votos, pero si no logra la mayoría absoluta gobernará una coalición de izquierdas.
Urkullu no llega a tanto (casi un 44% en los sondeos), pero puede alcanzar el mejor resultado histórico del PNV y seguir en el poder mediante la renovación del pacto con el PSOE. La poderosa máquina nacionalista no se resiente de la crisis del coronavirus, ni siquiera de la tragedia del vertedero de Zaldíbar, donde yacen sepultados dos trabajadores desde hace cinco meses. El nacionalismo templado de Urkullu sigue creciendo por la derecha.
Los partidos cántabros, naturalmente, aguardan expectantes las elecciones en Galicia y País Vasco para observar las tendencias y sacar conclusiones. Los regionalistas son los únicos que no compiten, pero están atentos al rendimiento de Feijóo y de Urkullu, el amigo más reciente de Revilla. Sus victorias serían un aval a la eficacia de las autonomías en la gestión política –que tantas veces se pone en duda– en la difícil coyuntura de la pandemia. También significaría el respaldo de los electores a la reivindicación al Estado desde las comunidades autónomas que practican Feijóo y sobre todo Urkullu, y que el PRC toma como modelo.
En el PP cántabro esperan celebrar un triunfo contundente de Feijóo que marque el rumbo futuro del partido. A la cúpula de los populares cántabros les es más grata la posición política de centro del presidente gallego, más cercana a Mariano Rajoy, Soraya Sáenz de Santamaría o Íñigo de la Serna, que la que después han representado Pablo Casado y su círculo dirigente. En el País Vasco no se hacen muchas ilusiones, pero quieren verificar si la candidatura de Carlos Iturgaiz y el pacto con Ciudadanos mejoran o no la cuota del equipo de Alfonso Alonso purgado por Génova.
El PSOE cántabro observa los comicios con la actitud posibilista propia de quienes juegan papeles secundarios. Sus compañeros gallegos han declinado en los sondeos a lo largo de la pandemia, su segundo puesto en el escalafón está en peligro por el empuje de los nacionalistas del BNGA, pero si Feijóo flaquea llegarían al Gobierno. En Euskadi, donde son terceros, pueden crecer un poco al amparo del Gobierno que comparten con el PNV y mantener esa alianza, más factible que un hipotético pacto con Podemos y Bildu. O sea, es más fácil mejorar desde el poder, diría Pablo Zuloaga a quienes periódicamente postulan en el partido la ruptura con Revilla para iniciar un nuevo proyecto desde la oposición.
De ahí para abajo todo son penas. Ciudadanos, a la desesperada, hará un poco de todo: compartir la miseria con el PP en el País Vasco y pelear en Galicia por unos pocos miles de votos irrelevantes, pero que en una de esas arruinan la mayoría de Feijóo. Un puñado de dirigentes y militantes cántabros del PP y de Ciudadanos acuden a la llamada de auxilio de sus compañeros vascos para supervisar las mesas electorales.
Vox juega en campo embarrado, pues ya se sabe que en los comicios autonómicos su discurso en clave regional pierde penetración. Los incondicionales del partido en Cantabria apelan a la sorpresa del voto oculto, pero en Galicia tiene toda la pinta de que saldrán de vacío y en Euskadi se aferran a la posibilidad verosímil de obtener un escaño por Álava o el que pelea por Vizcaya Niko Gutiérrez, de paso efímero por Vox Cantabria.
Podemos no tiene buenas perspectivas en ninguna de las dos comunidades. Más bien se le augura un varapalo casi tan fuerte como los que sufrió en Cantabria durante todo el ciclo electoral de 2019, pero con el agravante de que ahora Pablo Iglesias y la cúpula del partido están con mando en plaza en el Gobierno de España y aún así tampoco tiran del carro electoral.
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