La liebre y la tortuga

Lo curioso del tema es que las campañas de publicidad traigan al presente fábulas de antaño, reescribiéndolas y dirigiéndolas hacia sus fines, que en definitiva no son otros que vender y venderse.

Así, por ejemplo, el spot de IKEA en Reino Unido, obra de la agencia Mother, comienza con el personaje de la liebre volviendo a casa del gimnasio a través de una ciudad que se está preparando para una gran carrera al día siguiente. La liebre toma algo con los amigos mientras va de camino a casa, al llegar, en lugar de descansar, queda enganchada a los videojuegos y al móvil hasta la madrugada. Es entonces cuando el anuncio pasa a la mañana siguiente, la tortuga ha descansado bien y se va a la carrera, la liebre sigue en el sofá. Intuimos el final de la historia. La conclusión es obvia, dormir bien es esencial para tener un buen rendimiento al día siguiente.

Todo después de un período pospandemia que a muchos nos ha quitado el sueño. A nivel patrio, la entrañable campaña de juguetes de Navidad de El Corte Inglés rinde homenaje a las relaciones entre abuelos y nietos a través de 'La liebre y la tortuga'.

Aquí la liebre es un niño juguetón, inquieto, mientras que el abuelo representa a la tortuga, que procura no perderle de vista y seguirle el ritmo del juego. La finalidad es posicionar a la firma como referente emocional de su categoría y vender juguetes de «0 a 99 años».

Siempre en contradicción el práctico y realista Maquiavelo y el racionalista y moral Kant. ¿El fin justifica o no los medios? «That is the question» que la relativista ética del siglo XXI ha resuelto hace tiempo. Lamentablemente, Esopo y Kant condenados al olvido.