La lista

No es imposible que, por otro lado, como la unión hace la fuerza, se acabe devolviendo a Estrañi su bigote, capa española y sombrero de ala ancha en Reina Victoria. Más difícil veo que alguien meta mano a la Residencia Cantabria, a La Remonta, a Correos, al injustificable campo de prácticas de golf en Mataleñas y a la finca cercana de 'Mataleña'. No olvidaré las muchas funciones que revalorizarían el emplazamiento de la Escuela de Turismo Altamira. Ya quisieran en Cambridge tener esas vistas. Santander es ciudad de grandes misterios urbanísticos, vamos a decirlo así.

Seguramente la Lista conservará mucho tiempo el Seminario de Comillas, donde suenan las campanas por nuestros impuestos, pero no muy fuerte, no se vaya a desmoronar la otra mitad del edificio que, según parece, no era tan bien de interés cultural como la mitad primera (otro misterio, me temo). Y la Puebla Vieja de Laredo, que no sé si los propios laredanos valoran en lo que fue y lo que podría ser para la villa. (He tratado con algunas de sus autoridades y, la verdad, tengo unas dudas de talla XXL). Y la autovía Aguilar-Burgos, que igual era mejor quitársela al Ministerio de Fomento y encomendársela al Atlético de Madrid. Para que la jugara kilómetro a kilómetro. Y el Mercado Nacional de Ganados de Torrelavega y La Lechera: necesita la ciudad un Simeone, pero es preciso que lo contrate (en las urnas, que es donde la democracia contrata la dirigencia).

El caso es que la Lista no deja de crecer. Un tren de Castro-Urdiales a Múskiz. Un tren-tranvía que facilite el enlace entre los pasiegos de arriba y los de abajo. La traslación de Retortillo y el verdadero descubrimiento de Julióbriga, sin olvidar lo que la tierra guarda aún en Valdeolea. Echarle imaginación y enchufar La Ribera de Suances con Marzán en Miengo. Hacer un pasaje peatonal-ciclista- «magdalenil» de Berria a Noja bajo El Brusco, sin molestar a las ardillas ni a las mariposas, al estilo del viejo Túnel de Tetuán santanderino.

Como esto siempre se ha encabezado 'Cantabria Positiva', por proponer que no quede. No siempre nos va a pasar aquello que me confesó hace ya muchos años un consejero del Gobierno de Cantabria: «Oye, cada vez que quiero hacer una cosa, entra un alto funcionario en el despacho y me explica por qué no se puede».