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El Rey cumplió plenamente con las expectativas que su mensaje de Nochebuena suscitaba en medio de una grave crisis institucional. No necesitó arbitrar y moderar públicamente el funcionamiento regular de las instituciones, como le encomienda la Constitución. Le bastó con recordar que «debemos tener confianza ... en nosotros mismos como nación», dado el «éxito de nuestra transición a la democracia y la aprobación de nuestra Constitución», y que España ha logrado superar anteriores crisis. Le bastó con señalar una vez más que «la convivencia es nuestro mayor patrimonio», lo que «demanda anteponer la voluntad de integrar frente al deseo de excluir». Le bastó con subrayar que «necesitamos fortalecer nuestras instituciones» para que «ejerciten sus funciones con colaboración leal, con respeto a la Constitución y a las leyes, y sean un ejemplo de integridad y rectitud».
Felipe VI se hizo eco del sentir de los ciudadanos al mirar de frente a las tres amenazas que podrían concurrir si los españoles y sus representantes olvidan que todo lo conseguido con tanto esfuerzo podría malograrse en caso de que se deje campo libre a la división de la sociedad, al deterioro de la convivencia y a la erosión de las instituciones. Su llamada a «realizar un ejercicio de responsabilidad y reflexionar de manera constructiva sobre las consecuencias que ignorar esos riesgos puede tener» precisa una respuesta más comprometida por parte de los partidos constitucionalistas que la de la mera adhesión al mensaje del jefe del Estado. Las palabras del Monarca denotaron preocupación por que las tensiones políticas e institucionales acaben trasladándose a unos ciudadanos que se manejan con mucha más cordialidad y sentido solidario que sus representantes.
Quizá también por eso dio inicio a su alocución refiriéndose a la extrema injusticia que a lo largo de todo este año sufren los europeos de Ucrania a causa de una guerra desatada con una crueldad inusitada. Para recordar hasta qué punto las democracias están expuestas a riesgos que hoy adquieren una particular intensidad. «Somos Europa, pero también necesitamos a Europa», señaló el Rey. Una realidad común constituida sobre la separación de poderes. Un sistema de garantías que necesita contrapesos para legitimarse plenamente. Un amplio marco de convivencia, de libertades y bienestar, que requiere de constantes cuidados y se vuelve extremadamente frágil cuando los descuidos provienen de las instituciones.
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