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Se calcula que somos algo más de 45.000 los emigrados: cántabras y cántabros que, por motivos de trabajo o personales, hemos abandonado Cantabria y vivimos en el extranjero aprovechando oportunidades profesionales, sacando adelante a nuestras familias o, simplemente, buscando retos, conocimiento y experiencias ... vitales. Desde Alaska hasta la Patagonia, desde Siberia hasta Ciudad del Cabo, desde Nueva Zelanda hasta Oriente Próximo palpita una Cantabria invisible que habita en todos aquellos que somos extranjeros allí donde residimos; todos los que, desde los cuatro puntos cardinales del globo, volvemos una y otra vez a este lugar del mapa donde están nuestras raíces; una Cantabria transfronteriza y global que existe allí donde vivimos los que nos acordamos a diario de esta tierra verde trébol y de su Mar Cantábrico.
No somos pocos. Si nos juntásemos, compondríamos la tercera ciudad de Cantabria por tamaño de población, después de Torrelavega y antes de Castro Urdiales. No se nos ve, pero estamos ahí y somos embajadores de Cantabria allí a donde vamos. Precisamente, la pandemia covid-19 ha puesto de relieve que los océanos, las cadenas montañosas, los desiertos y, en fin, las distancias geográficas siguen teniendo el vigor de antaño, cuando lo que se trata es de sortearlas y volver a casa cuanto antes. También las fronteras. En tiempos excepcionales como los que hemos vivido -y vivimos- cada país, en aras de protegerse frente a la amenaza invisible del virus, cierra fronteras o pone en cuarentena a los que llegan de «fuera». De repente, esas líneas invisibles que componen los mapas y que, en plena era global parecían obsoletas, vuelven a demostrarse más vigentes que nunca. Viajar de un país a otro resulta, de nuevo, como lo fue durante siglos, toda una odisea.
Igual que aquellos animales migratorios que ilustraban las páginas del pasaporte más inspirado que hemos tenido los españoles, nosotros somos los que, desde lejos, «volvemos a casa por Navidad». Como las golondrinas o los renos, los antílopes o las ballenas. Quien emigra, regresa, y la emigración lleva implícita una presunción de retorno: quien vive fuera, salvo que se demuestre lo contrario, quiere regresar, antes o después. Como los salmones.
Migrar consiste, en el mundo animal, en el movimiento de un hábitat a otro. Se trata, en términos zoológicos, de un mecanismo de supervivencia que permite a los animales evitar las condiciones negativas de su hábitat, como las temperaturas extremas o la escasez de alimento. Es una estrategia dinámica que obliga, a quien emigra, a salir de su área de confort, a adaptarse y gestionar la incertidumbre, a asumir retos y tomar la iniciativa. Migrar aumenta el autoconocimiento porque obliga, a quien sale de su país, a medirse en un entorno desconocido, a ponerse a prueba y competir, a menudo, en un idioma diferente al materno. La emigración, por eso, agudiza el ingenio, obliga a ser creativo, resolutivo, flexible y a mostrar curiosidad por el entorno. Se dice que, a menudo, la condición del emigrado es como la de la persona que pasa hambre: la emigración agudiza los sentidos, inhibe el miedo al fracaso y da un sentido a la vida.
Además de un valioso bagaje de experiencias, aprendizajes vitales y vivencias personales, el emigrante crea valor tendiendo puentes comerciales entre su lugar de origen y el de destino, generando riqueza y prosperidad. Para rentabilizar esa oportunidad, la CEOE de Cantabria puso en marcha en 2019 la 'Red de Talento Cántabro en el Extranjero', una iniciativa del plan C2030 que agrupa a los profesionales vinculados a Cantabria que trabajamos en el extranjero (www.cantabria2030.es/talento)
En paralelo y adicionalmente a esa red profesional, los cántabros en el extranjero nos hemos reunido en torno a una plataforma ciudadana, informal y sin ánimo de lucro que ofrece un punto de encuentro familiar a todos los que vivimos fuera, conectándonos entre sí y a Cantabria: Cantabria Overseas (www.cantabriaoverseas.org). Nuestra meta es simple: reunir en un colectivo amplio, abierto, independiente y visible a todas y todos los que, siendo de aquí, vivimos fuera de España. En Cantabria Overseas cabe cualquier persona vinculada a Cantabria que, habiendo emigrado al extranjero, comparta apego por todo eso a cuantos regresamos recurrentemente.
La crisis global provocada por el coronavirus está poniendo en valor, más que nunca, la conectividad, la creatividad, esa resiliencia y esa capacidad de adaptación consustancial a la emigración. Con acciones como la campaña de donación 'Cantabria Respira' o la campaña de sensibilización 'La distancia nos une' hemos demostrado que juntos sumamos más. Por eso, en Cantabria Overseas nos agrupa el apego por los paisajes a los que denominamos «casa», allí donde fuimos felices, allí donde viven o han vivido nuestros seres más queridos; nos unen los lazos con ese catálogo de olores, sabores, sonidos, costumbres, paisajes y paisanajes que echamos en falta cuando estamos lejos. Quién lo vivió, lo sabe. Bienvenidas y bienvenidos.
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