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La gestión del lobo es un tema que levanta pasiones. Más que sobre ningún otro animal, sobre el lobo se ha escrito numerosa literatura, se ... han inventado leyendas y se han vertido innumerables calificativos. Estas categorizaciones éticas de la conducta animal, además de ser un error, han traído consigo historicamente posturas extremas y actitudes irracionales. Así, por ejemplo, para quienes el lobo es un asesino sanguinario la solución es su exterminio. Por el contrario, quienes lo asocian a valores más positivos de lealtad, valentía, etc, quieren que se prohíba radicalmente su caza. En cualquier caso, pretender la extinción del lobo es inútil por ilegal. Pero pretender, como pretenden algunos, que no se pueda cazar refleja un desconocimiento absoluto del mundo rural.
Sólo desde la racionalidad y el sentido común práctico se puede enfocar el problema. Es evidente que el lobo no es, como algunos creen, una especie en vías de extinción. Al contrario, es una especie en expansión. Así lo evidencian los continuos ataques a la ganadería en las zonas altas de Cantabria, que están creando el lógico malestar y preocupación entre los ganaderos, quienes al contrario que el lobo sí son una especie en extinción, como refleja el continuo descenso de número de explotaciones, a la que hay que proteger si queremos que el medio rural sobreviva.
La coexistencia entre el lobo y los ganaderos es un concepto moderno. Hasta hace pocos años nadie hablaba de coexistencia: el objetivo era exterminar a los lobos. Hoy las cosas han cambiado, fundamentalmente porque las leyes (nacionales e internacionales) protegen total o parcialmente al animal. Se ha generado así un nuevo conflicto entre los sectores pro-lobo y anti-lobo.
Así las cosas, urge la puesta en marcha de un Plan de Gestión del Lobo. Me consta que el Gobierno de Cantabria lo pondrá en marcha en el primer trimestre del año 2019, una vez reformada la Ley de Caza. Se habrá dado así un paso muy importante, tanto por el contenido del plan como por el proceso participativo seguido en su elaboración. El objetivo es doble: minimizar los daños de la fauna silvestre en el sector de la ganadería extensiva y asegurar la conservación de la especie. Para ello debe contemplar algunas medidas, tales como:
Zonificar el territorio regional teniendo en cuenta la distribución y abundancia del lobo, la cabaña ganadera existente y la vulnerabilidad del ganado. Esta zonificación se contempla en la estrategia nacional para la conservación, según la cual los conflictos con el ganado pueden hacer recomendable el control de los lobos en ciertas zonas. Hay lugares en los que solo son tolerables en densidades moderadas y otros en los que no parece razonable su presencia.
El pago por parte de la Administración de los daños producidos por esta especie en toda Cantabria, de manera justa y rápida y con independencia de quién sea el titular cinegético. Los daños han de valorarse conforme a la realidad del perjuicio causado e incluir en el pago el lucro cesante.
Un control poblacional de lobos eficaz, basado en datos técnicos, actualizado cada dos años y coordinado con las comunidades limítrofes, manteniendo al lobo como especie cinegética. Evidentemente, eso no supone un cheque en blanco para matar lobos. Cuántos, cuándo y dónde lo deberá definir la Consejería competente, teniendo en cuenta el estado de las poblaciones de lobo y la incidencia de los daños.
Y por último, poner en marcha un pago por servicios ambientales (sin necesidad de que produzcan daños) para los ganaderos profesionales de extensivo en zonas con presencia permanente de la especie. Esta medida ya se contempla en los presupuestos de 2019.
Sé que hay mucha gente que no entiende por qué los ganaderos se quejan si se les indemniza. Se puede responder con otra pregunta: ¿por qué cuando a alguien le roban en casa se queja si el seguro le va a pagar? Además, el ganadero no quiere indemnizaciones, lo que quiere es que no le maten el ganado.
Estoy seguro de que un plan de gestión tiene que servir para que el lobo y el ganadero no se conviertan en dos especies en vías de extinción. Debemos pensar modelos sostenibles y compatibles de desarrollo rural en los que ambos tienen cabida. Por eso hace falta voluntad para firmar un pacto por el lobo. Y hacen falta recursos para ayudar a los ganaderos.
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