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La inclusión del lobo ibérico (canis lupus signatus) en el listado de Especies en Régimen de Protección Especial implica que toda la población lobuna ... de España contará con el mismo estatus de protección, permitiendo una gestión integrada para mejorar la coexistencia entre la especie y la ganadería. También, como medida de conservación, dejará de ser considerada especie cinegética al norte del Duero, es decir, que no podrá ser objeto de caza deportiva.
¿Implica esto que las comunidades autónomas se quedan sin herramientas para gestionar la especie, o que no podrá realizarse, incluso, un control del número de ejemplares cuando se produzcan daños? Todo lo contrario. Los planes de gestión de las autonomías, una vez adaptados a la nueva normativa, contarán desde ahora con un paquete de compromisos presupuestarios, de apoyo técnico y de recursos humanos que movilizará el Ministerio para la Transición Ecológica, y cuya finalidad es apoyar una gestión que hasta el momento soportaban en exclusiva las comunidades autónomas. El objetivo es conseguir que no sea el ganadero el que tenga que asumir sobre sus espaldas el coste de la conservación de una especie clave para el funcionamiento de los ecosistemas, y que es patrimonio de todos los españoles.
Según el último censo nacional de lobos en España, de 2014, en Cantabria se determina la presencia de trece grupos familiares confirmados, de los cuales siete se mueven también en territorios de comunidades vecinas, y se estima como probable la existencia de otros dos grupos.
Los lobos, al ser predadores apicales, autorregulan sus poblaciones y esto significa que no aumentan sin control. Otra cosa es que fruto de la persecución que sufren desde que se aplica el 'Plan del Lobo de Cantabria', las manadas se dispersan, se desgajan, y ejemplares jóvenes e inexpertos acaban vagando en áreas en las que no deberían de estar, produciendo daños que con una población estructurada posiblemente se evitarían. Desde 2014 no se ha realizado ningún censo. Los datos que maneja el Gobierno regional son estimaciones en base a los daños producidos y las observaciones aleatorias de la guardería. Por esto, son escasamente rigurosas las cifras de lobos que algunos pregonan, y más si tenemos en consideración que desde 2019 se han eliminado a tiros más de medio centenar de ejemplares en nuestra región. Es sorprendente que algunos, que quieren atribuirse en exclusiva la defensa del mundo rural y la ganadería, defiendan el manejo de la especie que se realizaba con el 'Plan del Lobo de Cantabria'. En palabras de un parlamentario, este plan «ha sido un éxito, como lo muestra el cada vez mayor acercamiento del lobo a los núcleos de población y el aumento de los ataques a rebaños», cuando, precisamente, esta situación es la que deberíamos solucionar, y demuestra que se necesita otra estrategia que permita reducir estos ataques.
Según datos oficiales, en 2020, los ataques de lobos han afectado al 0,38 % de la cabaña ganadera de Cantabria (al 1,9 % de la cabaña de ovino, al 0,69 % de la de caprino, al 1,05 % de la de equino y al 0,07 % de la de bovino). Cifras que incluyen -porque el Gobierno de Cantabria no realiza análisis que permitan diferenciarlos-, los ataques de perros más o menos asilvestrados o descontrolados, y que son atribuidos al lobo.
La animadversión hacía el lobo está muy arraigada en la población rural, como consecuencia de siglos de pugna entre el predador y el ganadero que defiende a sus animales. Y es entendible el perjuicio y sufrimiento que el ganadero padece cuando sus animales son atacados. Por eso, es urgente y prioritario evitarlo de forma efectiva, y en caso de producirse, compensarlo en la medida de lo posible rápida y justamente. Nada de esto ocurre en la actualidad. Para avanzar, deberíamos hacer un esfuerzo por asumir y trasmitir que todas las partes implicadas, desde el Ministerio de Transición Ecológica hasta los sindicatos ganaderos, comparten el mismo objetivo: la defensa de la ganadería extensiva en nuestra tierra, y la necesidad de preservarla. Y aunque se pueda cuestionar cualquier medida, no se debería dudar del compromiso de nadie con lograr este fin.
Es preciso dejar a un lado declaraciones catastrofistas, descalificaciones y afirmaciones que no tienen fundamento. La estrategia de caldear el debate y de crear frentes irreconciliables, debe cesar. No se puede perder más tiempo en reformar el plan del lobo, por el bien de todos y del sector ganadero en particular. Porque achacarle al lobo todos los males, ha venido muy bien para no enfrentar los verdaderos problemas de la ganadería, incluso puede que algunos grupos hayan sucumbido a la idea de que es rentable electoralmente. Pero es una estrategia que no conduce a ninguna parte, pues conviene recordar que muchas ayudas de la nueva PAC serán difícilmente aplicables en territorios donde se persiga al lobo como aquí se venía haciendo. Por lo tanto, urge que algunos abandonen ya el bidón de gasolina con el que incendian los ánimos, y comiencen a trabajar por un escenario donde inexcusablemente deberán coexistir la ganadería extensiva y el lobo ibérico.
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Ana del Castillo
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