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Este viernes mientras escribo estas líneas he coincidido en el vuelo de Nueva York a Lisboa con Antonio Guterres, secretario general de Naciones Unidas desde ... hace tres años. Es difícil no entablar conversación y venir a colación su firme posición, y la de las Naciones Unidas, sobre la velocidad con que el cambio climático está avanzando y como nuestra inacción nos está llevando a perder esta carrera. De momento. No se puede tirar la toalla: Si la acción sustituye a las palabras podremos revertir esta situación de emergencia. Coincido plenamente en el diagnóstico. Y con la solución.
No puedo evitar trazar un amplio paralelismo con la situación actual en nuestra región. Todos conocemos los desafíos energéticos, tecnológicos y de innovación a los que se enfrenta nuestro sector industrial en Cantabria. Ocurre lo mismo a nivel nacional y a nivel global, siendo la única diferencia entre el resultado aquí y en otros lugares el nivel de esfuerzo y la adopción de cambios en las empresas, así como el impacto en las reglas de juego del mercado.
Tratar de continuar por la misma vía confiando en la inercia, en el «así se han hecho siempre las cosas aquí», y tratar de dejar las tareas urgentes a los que vengan más adelante solo nos lleva a un callejón sin salida, mientras los demás avanzan. Hay que admitir esta urgencia. Estamos ante un cambio de orden, un cambio tecnológico, una emergencia climática y un paradigma diferente. Un momento histórico de enormes oportunidades, que serán aprovechadas por otros si nos agarramos a la demagogia o a un excesivo optimismo. El optimismo es clave, pero tiene que ir acompañado de esfuerzo, sacrificio y emprendimiento. De nuevo, nos sobran talento y aptitud. Hay que conseguir la actitud, el apetito para enfrentar este desafío.
Cantabria necesita innovación, renovación e inversión, y no tener ningún miedo al cambio. Dejar los cambios para más adelante no es estabilidad sino declive. Será más difícil de recuperar cuanto más tardemos.
Apostar por innovación, sí. Apostar por energías renovables, si, urgente.
Por otro lado, tratar de ejemplarizar con un estatuto para consumidores electrointensivos, que coloca a la industria que tenemos en clara desventaja en un mercado abierto, no, por favor.
Sin centrar este argumento en una planta específica, en su historial o en una situación individual de por sí muy complicada, todos vemos y se nos viene avisando durante mucho tiempo que la competitividad de nuestra industria frente a la de otros países, no solo lejanos sino también vecinos, está en riesgo total. Lo cual pone en jaque la viabilidad de esta espina dorsal de nuestra región.
Dentro de la Unión Europea tenemos ejemplos donde la industria electrointensiva es protegida mediante una racionalización de los costes de transporte y distribución. Asimismo, se promueve y exige que éstas participen en las subastas de energía renovable según la generación solar y eólica se van integrando en la red. Una transición acelerada.
Debe establecerse la obligación de desarrollar los procesos productivos, implantando las mejoras tecnológicas que aumenten drásticamente su eficiencia energética. Inversión en investigación y desarrollo, en economía circular. Todo esto nos suena, ¿no es cierto? Tantas veces hemos oído que venía el lobo, que da la impresión de que nos estamos acostumbrado a convivir con él.
Las pasadas Navidades por Cantabria y comentando la necesidad de despertarnos ante esta realidad, más de una vez escuché la broma de que mejor les dejase dormir tranquilos.
Es entendible que las malas noticias incomodan, que tomar decisiones difíciles es algo exigente. La buena noticia es que no somos víctimas de movimientos globales en los que no podemos influir. Está en nuestras manos. El vaso está todavía medio lleno, pero si no actuamos ya, va a seguir vaciándose.
No podemos pedir a los gobiernos que resuelvan problemas industriales, pero sí debemos exigir que no se alteren las reglas del juego con los partidos ya comenzados. Ni que permitan que nuestra competitividad estalle por los aires con la intención de ejemplarizar. El impacto de los cambios de regulación que hemos visto ha elevado drásticamente los costes energéticos de fabricación, haciendo inviable el modelo de negocio de muchas empresas. Si a esto añadimos la desconfianza creada, doble ventaja para la competencia.
Citando las palabras de Guterres de nuevo, «no me cuenten otro discurso, sino tráiganme un plan».
El lobo anunciado ya llegó, actuemos ya pues no podemos permitirnos perder esta carrera.
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