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Tanto Richard Dawkins, como Robert M. Pirsig, que no eran tontos, afirman que: «cuando una persona sufre de un delirio se llama locura, y cuando muchas personas sufren de un delirio se llama religión». Con independencia de que esta afirmación pueda ser asumida principalmente por ... escépticos, ateos, científicos o filósofos, no es descabellada en absoluto, si por religión entendemos toda ideología, sea de carácter sagrado o profano, que por defenderla le lleve a uno a la violencia y a la cerrazón, o lo que es igual: al fanatismo violento, incluso sanguinario.
En este último caso pueden ser considerados los impulsos de hacer la guerra e incluso de matar, como medio por imponer unas ideas determinadas o, dar la vida por ellas. Todos sabemos que la política es una danza macabra de pasiones, y cuando intervienen las 'masas', un polvorín, que los cabecillas manipulan, para explotarlo en favor de sus ambiciones. Los nacionalismos, hoy día más que nunca, pertenecen a este tipo de 'locura'. Y, aunque siempre han existido, eran disculpables, dada la ignorancia en que las sociedades precedentes han vivido, pero... en pleno siglo XXI, cuando el mundo entero está tratando de alcanzar la globalización absoluta, bajo una única cultura, todo nacionalismo, no solo es una locura, sino también una infamia.
Porque la locura pudiera ser una enajenación mental, quizás un tanto disculpable, pero la infamia, es una perversión moral punible. Está claro que me refiero a nuestra estructura nacional, cuyo panorama desolador se nos muestra hoy, cínicamente perverso. Comenzando por quienes ocupan la cúspide del poder ejecutivo, que no solo toleran, sino que amparan tácitamente la lepra de la destrucción del Estado de derecho, por el 'plato de lentejas' de mantenerse en el poder. Ser gallego, vasco o catalán, no da derecho a romper la unidad nacional, bajo el paraguas de una lengua regional, que lleva siglos coexistiendo pacíficamente, en fusión de sangres, costumbres y leyes, con todos los que habitamos la piel de toro, y hablamos el universal idioma español.
Benditos y alabados sean el idioma vasco, gallego o catalán, si caminan de la mano de ese universal idioma español, porque no existe ninguna raza privilegiada, ni elegida por el destino, o por algún dios, para vivir aislada, ni siquiera como «una unidad de destino en lo universal». Eso ya se acabó. El destino universal, no es propiedad exclusiva de ninguna supuesta raza superior, ni privilegiada, por muy autónoma que se crea. Aquí vamos todos en el mismo barco, y no tenemos ningún mesías al que le podamos decirle: «sálvanos Señor que perecemos», sino que hoy si nos queremos salvar del naufragio universal, hemos de remar todos juntos en la misma barca, no solo porque la unión hace la fuerza, sino porque los separatismos nos conducen al aislamiento absurdo.
Las diversas lenguas que existen en el mundo, son el vehículo de las mismas ideas, y estas, son universales. Si esas ideas, las embarcamos en vehículos distintos, se multiplicarán estos, el tránsito se hará imposible y la comunicación un caos. Cada nacionalidad será un reino de Taifas, y cada, república un enemigo de convivencia, mirándose el ombligo cada cual, como si su raza, pueblo o nación fuera el pueblo elegido por Dios, por el azar o, por la propia historia. Esa pretendida autodeterminación se convertirá en auto aislamiento y destrucción del proyecto común de convivencia. El lenguaje no es un fin en sí mismo, sino un medio de comunicarnos y si dentro de un mismo estado, cada cual emplea un vehículo de comunicación distinto, esto será una Torre de Babel, y una fuente de enfrentamiento y odios. Esto no implica que las diversas lenguas vernáculas sean despreciables, ni mucho menos. Pueden y deben subsistir y ser usadas discretamente, sin impedir que la española y universal sea usada con derecho y con deber, por todos los habitantes del territorio nacional.
Bastantes barreras lingüísticas hay ya fuera de nuestra patria común, como para que nosotros, todos los españoles que habitamos la península ibérica, seamos gallegos, vascos catalanes... andaluces o murcianos, nos pongamos la zancadilla y demos el bochornoso y cómico espectáculo de hablarnos con pinganillo en el Senado. Y no digamos nada de perseguir a un niño de cinco años porque quiere que su madre patria le amamante con su lengua nativa. ¿Cómo debe entenderse semejante atrocidad, como locura o como delirio?
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