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Hierro viejo no suelda bien», le dice en un momento clave de 'Hierro viejo', la última novela de Marto Pariente, el tenebroso personaje Dudas Franco al no menos oscuro Coveiro. A lo que este le pregunta si es una amenaza. «No, es la triste realidad». ... La relación que hay entre ambos, en el presente y en el pasado, le otorga a ese diálogo parco en apariencia una densidad que no procede desvelar aquí, porque sería tanto como estropearle al lector el legítimo goce que de seguro le proporcionará un relato que se lee y funciona con la exactitud y el aplomo de los clásicos. Una felicísima noticia para la ficción criminal española –y en español–, a menudo demasiado sacudida por la imitación más o menos afortunada de logros previos, o por un vasallaje hacia los modelos audiovisuales que la vacía de octanaje literario.
Lo de Pariente es justo lo opuesto: hay maldad, violencia e intriga –si no, estaríamos hablando de cualquier otra cosa–; pero en la traza de los personajes, la trama y la atmósfera hay una destreza a la hora de escoger las palabras, y con escoger se alude tanto a elegirlas como a no derrocharlas, que acredita el estilo y el pulso de un extraordinario escritor. Acierta el autor en todo, comenzando por el perfil de su protagonista, Coveiro, un hombre de veras peligroso que en realidad se llama de otro modo pero que se ha ganado ese apodo por razones que también es de ley dejar que el lector descubra por sí mismo. Alejado de su vida anterior, maltratado por los años y la conciencia, a merced de la tensión alta y el azúcar descontrolado y afligido por su próstata en franca rebeldía, no resulta menos dañino que en su juventud para los que tienen la mala idea de cruzarse en su camino.
Ese antihéroe crepuscular, que retorna a las andadas bajo la conminación de un imperativo categórico del que no queda al lector una rendija para la duda –a diferencia de otros seres de ficción, que no se sabe muy bien por qué hacen lo que hacen–, es el catalizador ideal para una epopeya sobria y trepidante, a la vez que lleva el ajuste de cuentas más allá de la anécdota inicial, un feo daño colateral causado por gentes sin escrúpulos.
Lo que ayuda a 'Hierro viejo' a trascender el género –deber primero de quien lo practica– es su trasfondo perturbador y a la vez verdadero, y que tiene que ver con cómo quienes se permiten cruzar líneas rojas hacen que estas se tambaleen para todos, y con ellas el edificio bajo el que nos cobijamos. Sean bienvenidos este libro y su autor, todo un soplo de auténtico aire nuevo.
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