La lucha antiinflacionista: una visión alternativa
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¿Qué mejor política de rentas que una que distribuya los costes de la inflación de una manera equilibrada?En contra de lo que la inmensa mayoría pensaba, el proceso inflacionista que estamos viviendo en la actualidad no está siendo ni moderado ni transitorio. ... La moderación desapareció en cuanto que las tasas de variación de los precios se situaron, en una amplia mayoría de países occidentales, en el entorno del 10%, y la transitoriedad lo está haciendo en tanto que llevamos varios meses con tasas de inflación elevadas y las perspectivas son (con la excepción notable del FMI) de que se sigan manteniendo así durante, al menos, todo lo que resta del año.
Enfrentados con este nuevo problema, los bancos centrales están respondiendo con un endurecimiento de la política monetaria, que se traduce, casi con exclusividad, en elevaciones de los respectivos tipos de interés de referencia. Esta es, de siempre, la estrategia aplicada para luchar contra la inflación, por lo que, a priori, cabría pensar que es la correcta. ¿Es así?
No cabe ninguna duda, al menos de acuerdo con el saber convencional, de que, cuando la inflación es provocada por un exceso de demanda, la forma de controlarla consiste en aplicar una política monetaria contractiva. El problema es que, en la situación actual y tal y como he subrayado en distintas ocasiones, la inflación que padecemos ahora hunde sus raíces no sólo en un cierto (me atrevería a decir que no muy grande) exceso de demanda sino también, y sobre todo, en una fuerte contracción de la oferta. En este contexto existen dudas razonables de que la aplicación de restricciones monetarias -que tienden a causar más desempleo y frenar el ritmo de crecimiento- sea la estrategia adecuada y/o única.
Puesto que una parte sustancial de las tensiones inflacionistas vigentes proceden del lado de la oferta (distorsiones en las cadenas de suministro, escasez de materias primas fuertemente incrementada por la guerra en Ucrania, especulación financiera en los mercados de futuros...), no parece que las medidas monetarias tendentes a controlar la demanda sean, por sí solas, las más idóneas; pueden ser las más eficaces (si reduzco la demanda al nivel de la oferta, aunque el problema sea la escasez de esta y no lo excesivo de la primera, está claro que el problema se resuelve), pero no, desde luego, las más idóneas.
Este punto de vista, que comparto aunque no sea el generalmente aceptado, es defendido por algunos académicos ilustres (como la profesora Ghosh, de la Universidad de Massachusetts Amhrest) que, en consecuencia, abogan por estrategias, cuando menos, complementarias a la monetaria. En concreto, consideran que la aplicación de algunos cambios regulatorios -destinados a reducir el poder de monopolio, la especulación financiera y los beneficios desorbitados de grandes empresas y conglomerados internacionales, controlar los precios de productos y servicios estratégicos, etc.- podría contribuir a contener la inflación dentro de límites aceptables. Naturalmente, este tipo de medidas no producen sus efectos de la noche a la mañana, por lo que el control de la inflación tampoco se producirá de forma súbita; llevará algún tiempo conseguirlo y requerirá de medidas adicionales de apoyo, en particular para las familias y sectores más vulnerables.
En paralelo con las medidas mencionadas, es urgente proceder a una remodelación de las cadenas logísticas a escala mundial y que, en la medida de lo posible (y sin un retorno a una cierta autarquía, que sería lo peor), se avance en reducir de forma significativa la dependencia exterior en todo lo que atañe al suministro de algunos productos estratégicos. La moderación salarial también ayudará a evitar los efectos inflacionistas de segunda ronda, pero se me antoja que la contención o reducción de márgenes sería una medida más contundente y justa. ¿No llama la atención que, al menos en España, y probablemente también en otros países, las grandes empresas energéticas y financieras estén obteniendo beneficios elevadísimos? ¿No tiene sentido gravarlas de forma transitoria, mientras persista la situación actual, con un impuesto sobre tales beneficios? Soy consciente de que medidas como estas, no gozan del apoyo empresarial, pero, siendo sincero, no me parecen desproporcionadas ni que ataquen a la libertad de empresa. ¿No se habla de la necesidad de una política de rentas? Siendo así ¿qué mejor política de rentas que una que distribuya los costes de la inflación de forma equitativa, de manera que el que más ingresa contribuya en mayor medida? Pues eso.
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Ana del Castillo
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