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Hay una escena durísima descrita por el cristiano y anticlerical Clarín en su cuento moral 'El Cura de Vericuetos'. Narra cómo un ciego pobre llama a la casa de un agonizante párroco con fama de avaro. Cuando la vieja criada va a despedirlo, con un ... grito el cura le dice que le dé unas monedas. Está de muerte, piensa ella. El sacerdote fallece, con paz en su rostro. Y al leer su testamento un escritor amigo suyo descubre que desde hacía cuarenta años todas sus ganancias las dedicó a saldar una deuda de juego contraída en una partida de naipes con el arruinado Barón de Cabranes. La limosna al necesitado fue el primer acto libre de deudas del buen cura después de pagar hasta el último céntimo lo perdido en las cartas.
Sirva esta introducción para recordar que la ludopatía es una enfermedad que arruina haciendas, familias y vidas. Clarín, Dostoievski, Dumas, o clásicos latinos como Horacio y Suetonio, describen esta pasión desbocada por dominar la suerte. Dados y envites de gladiadores y legionarios de Roma metamorfoseados en nuestro tercer milenio como apuestas, cartas, ruletas, tragaperras u otros juegos de azar que potenciados por Internet multiplican al infinito su tentación para el ludópata moderno. Así, engañosos pasatiempos anunciados por las cadenas televisivas e Internet acosan por medio de los móviles y ordenadores a quienes sufren la dependencia emocional del juego, con los agravantes de afectar en especial a los jóvenes, y de que en nuestro mundo globalizado no tiene dónde refugiarse el adicto al azar.
Queda mucho que desarrollar en el combate médico de esta enfermedad milenaria. Y nuestra legislación autonómica y estatal no afronta con eficacia este problema social y económico, en el que el juego on-line mueve tanto dinero. ¡Si hasta clubes de fútbol publicitan sus casas de apuestas, contraviniendo los más importantes valores éticos, personales y sociales del deporte! En Cantabria y en España nuestro Ordenamiento no combate de forma adecuada la ludopatía, aunque la Ley 13/2011, de 27 de mayo, de Regulación del Juego afirme que «se crea el Consejo de Políticas del Juego, como órgano colegiado que asegurará la participación de las Comunidades Autónomas en la fijación de los principios de la normativa de los juegos y de las medidas de protección a los menores y personas dependientes». Al contrario, juego y apuestas on-line pululan fuera del control estatal y autonómico. En aras del bien de sus ciudadanos, España y Cantabria deben asumir su desafío legal y colmar jurídicamente iniciativas como la desarrollada en el ámbito europeo por la Recomendación de la Comisión, de 14 de julio de 2014, para la protección de los consumidores y los usuarios de servicios de juego en línea y la prevención del juego en línea entre los menores.
De nada sirven parches legales a la citada Ley 13/2011, como el Real Decreto 958/2020, de 3 de noviembre, de Comunicaciones comerciales de las actividades de juego. O la anterior Orden PCI/759/2019, de 9 de julio, que crea la Comisión Nacional para combatir la manipulación de competiciones deportivas y el fraude de las apuestas. Porque estos últimos años el aumento de la inversión publicitaria de las actividades de juego on-line y la consecuente proliferación de las comunicaciones comerciales asociadas a actividades ludópatas exigen la intervención de Estado y Autonomías no ya para regular sino para erradicar el azar on-line de nuestra sociedad. Cuidado de nuestra ciudadanía no sólo con «medidas de carácter preventivo, de sensibilización, de control e intervención sobre las graves consecuencias que el consumo de algunos juegos de azar y apuestas puede comportar en determinadas personas», como sostiene el citado Real Decreto 958/2020, sino con la persecución de su publicidad engañosa y perversa, con la mezcla de deporte y apuestas en clubs y organismos, y con la falta de «protección de los colectivos más vulnerables como los menores de edad, adultos, jóvenes y otras personas frente al juego».
En Cantabria y en España se persigue el consumo del alcohol, del tabaco, de las drogas... ¿y del juego? Porque la ludopatía es una enfermedad, y así debe ser tratada. Retomando la cita de 'El Jugador' de Dostoievski, nuestra sociedad, al no batallar la influencia del juego sobre sus ciudadanos, además de mentirosa es estúpida, y traiciona el esencial código ético al que están consagradas la vocación política y las instituciones democráticas: el bien común. La seguridad jurídica y material, la salud y la felicidad de muchos ciudadanos, adultos y jóvenes, dependen de la victoria institucional y cultural contra el juego y las apuestas on-line. Sólo con ese triunfo España y Cantabria cumplirán su compromiso ético y social de custodiar el bien común en las víctimas de la ludopatía.
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