Antonio Mesones, pintor

Uno de los dramas mayores de la sociedad es la emigración, el tener que dejar familia y amigos en busca de trabajo para poder vivir. ... Sabemos mucho en España de eso. Desde los que se fueron con lo puesto a América, a los que en los años sesenta fueron a Alemania o Suiza para ganar un dinero y volver para invertir lo conseguido con tanto sacrificio en un pequeño negocio. Ahora, lo podemos comprobar con los inmigrantes de otros países que vienen a España. Su imagen es nuestra memoria. Al mismo tiempo, en sentido inverso, los españoles formados en nuestras universidades se ven impelidos a lugares donde les reconozcan sus conocimientos y les ofrezcan un trabajo acorde con ellos. Una sangría social e intelectual con graves consecuencias para nuestra economía. Hay otras migraciones que no son tan dramáticas sino que son parte de la formación en el desarrollo de la actividad elegida. Me refiero a los creadores, los artistas plásticos, por ejemplo. Para un joven artista, después de su periodo de aprendizaje inicial, es muy enriquecedor acudir a los centros donde tienen lugar los debates y los movimientos renovadores. En su día era imprescindible ir a París. Ahora los espacios son otros. Quizás más repartidos por el mundo. Uno de ellos sin duda es Berlín. Allí acudió en 1994 el pintor torrelaveguense Antonio Mesones. Bullía la ciudad alemana en ese momento. Y nostalgias aparte, Mesones fijó allí su residencia ampliando su lenguaje artístico del que había dado excelentes muestras en varias individuales y colectivas en Cantabria. Ahora es actualidad por dos razones. Por un lado, por su exhibición en la galería Daniel Cuevas de Madrid. Por otro, la publicación de un libro de artista excelentemente editado por Raúl Reyes, 'Regreso a Las Garmas', que recoge sus intervenciones (óleo, lápiz, tinta, collage…) sobre cuadernos y libros antiguos encontrados al azar entre 1995 y 2012 con textos de Eduardo Lago. Una joya artística.