Las calles durante las fiestas

El pasado fin de semana se encendió la iluminación navideña en nuestra ciudad. Y de nuevo se produjo la polémica habitual, en Torrelavega y en todos los lugares: es un gasto innecesario, un derroche, afirman unos; otros, consideran que anima las calles y provoca que ... la gente salga y de paso consuma, comprando o entrando en bares y cafeterías. En esta polarizada discusión la sangre no llega al río. Son sólo opiniones. Esto últimos años se ha acentuado con la competición abierta entre ayuntamientos sobre quién la tiene más grande: la estrella de Belén, la torre que sostiene el árbol de Navidad, el número de bombillas o los metros cuadros iluminados. Parece que el tamaño sí importa con tal de despertar la atención mediática y conseguir la visita de turistas. ¿Más páginas en un libro le hacen mejor? Uno piensa que sería más serio y racional atraerlos con un programa de actividades. En cualquier caso, las calles cobrarán una intensidad especial. Ya se está notando. Son muchas las personas que, previsoras, están pensando en los posibles regalos de Papá Noel y Reyes (qué pena el adelgazamiento de la tradición cristiana de los Reyes Magos frente a la importación exógena a nuestra cultura del gordinflón rojiblanco) y la compra de productos para las comidas familiares. Los primeros, ante el peligro de que algunos de los regalos pensados, los que se pongan de moda, se agoten pronto. Los segundos, por el temor al encarecimiento que suele producirse los últimos días. Por cierto, en esta preocupación por el regalo a los hijos y padres, así como los menús navideños, hay una costumbre no escrita: es territorio de la mujer. Es a ellas a las que vemos pensativas frente a escaparates y mostradores entre la duda y la decisión. Adenda: no olvide, lector, el comercio local, de proximidad.